El lenguaje esculpe la cosa. «La lengua es una tangente»

Sala de Exposiciones, Facultad de Bellas Artes de Málaga

Del 5 de mayo al 3 de junio de 2022

Carnosa, afilada, corta, rosácea, áspera, atrevida, flexible, artificial, geográfica, mordaz. Estos son algunos de los múltiples adjetivos que pueden atribuirse a una lengua porque muchas también son las formas que puede poseer. Esta estructura muscular de nuestra anatomía ha sido desarrollada por una buena parte de los animales vertebrados. Cabe decir, que este humilde órgano ayuda a la deglución, a la comunicación a través del lenguaje oral y a la percepción del sentido del gusto. De estas tres cosas se ocupa la lengua, debido a lo cual se nos permitirá establecer ciertos paralelismos con el arte a través de la exposición «La lengua es una tangente».

Resulta curioso que la misma herramienta sea funcional para dos cuestiones vitales: alimentarnos y comunicarnos. En primer lugar, y aunque quizás muchos se lo cuestionen; el arte es una herramienta para pasar un alimento de un estado sólido a otro blando, que seamos capaces de digerir, de asimilar. Enviamos al interior de nuestros cuerpos sustento para nutrirnos a través de un proceso digestivo, por tanto, es tanto un gesto material como inmaterial al mismo tiempo. Nuestra recepción de las obras no es inocua, sino que precisa de una actitud activa, no solo de un modo intelectual sino también de forma física. Esto, a veces, conlleva ciertas dificultades puesto que algunos procesos y prácticas artísticas parecen realmente laboriosos y duros, por lo que requieren de nuestra paciencia y pericia para ser masticados y engullidos. A veces, incluso, puede tratarse de manjares exóticos que nuestro paladar local no reconoce: texturas que responden de otro modo mientras masticamos, sabores que no reconocemos o que parecen la mezcla de otros entre sí.

La tarea estética de descifrar el sentido producido a través de lo sensible para poder asimilarlo es por tanto resultado de un encuentro bidireccional. En la propuesta de Eduardo Rodríguez «La lengua es una tangente» en la sala de exposiciones de la Facultad de Bellas Artes de Málaga, como en anteriores proyectos, se establece en los límites de un lenguaje próximo al carácter escultórico, a pesar del grado de performatividad que adquieren. Con los recursos establece relaciones con el espectador, el espacio y el tiempo de las obras. Para realizar la primera función «lingüística», la de masticar y deglutir la propuesta expositiva, debemos entrar en una sala con una luz tenue, donde se agrisa la blancura perenne del white cube provocándonos una extrañeza familiar [1].

La obra que articula y domina el centro de la sala es Mesa para lenguas excéntricas, una estructura de ferralla verde, en torno a la que podemos girar y con la que podremos interactuar para colocar –y descolocar– elementos de la pared que nos permitan sentarnos sobre ella. Dicha estructura guarda una estrecha relación con los comederos de vacas. Estos son de gran tamaño pero, en lugar de ser útiles hacia dentro, lo son hacia fuera ya que el espectador puede reposar sobre ella mirando hacia diferentes puntos de la sala expositiva. Esta contemplación dirige al espectador sutilmente hacia el alimento, si se observa el espacio desde dentro de la pieza, lo que sobresale es susceptible de ser masticado y, como los bloques de sal, de ser erosionados. Estos bloques aparecen esparcidos por la sala como una suerte de peanas. En la interacción al subirnos sobre ellas nos alejan del suelo ligeramente y nuestra línea de horizonte se eleva. Los bloques utilizados por el artista son elementos familiares en la industria ganadera para solventar las carencias vitamínicas de ciertos animales que son empleados como recursos, cuyos problemas de salud pueden incidir sobre la productividad y calidad de la leche, de su piel o de su carne. Cuando los animales lamen la sal, estas piezas acaban por ser erosionadas, haciendo desaparecer la forma original. Una erosión que bien podría ser la del lenguaje que construye realidades decapando, en lugar de superponer nuevos estratos. Antecediendo a los bloques, se solapan unas pequeñas piezas de madera conglomerada que se eleva desde el suelo hasta la parte superior del mismo [2].

Como segunda utilidad, también podríamos entender la lengua como principal agente en la comunicación oral. De la expresión de sonidos que conforman sílabas, y estas, a su vez, palabras que se encadenan para expresar manifestaciones complejas. Todo esto se desata gracias a operaciones físicas, como la del movimiento y emisión del sonido; y también a las operaciones neurológicas que se producen para su aprendizaje y reproducción. Aunque el estudio de la comunicación humana, la lingüística, nos permite complejizar y abstraer la realidad; la zoosemiótica, encargada de la comunicación del mundo animal no deja de sorprendernos en nuestra limitada parte de lo que sí que llegamos a comprender del mundo. Nosotros como especie humana sí percibimos la comunicación entre otras especies, aunque no podemos realmente entender su percepción de los fenómenos, y, por tanto, qué es lo que conforman sus motivaciones (Kleisner & Maran, 2014). Quizá Rodríguez nos recuerda el lugar en el que pisamos, en una extraña empatía entre los procesos industriales de la alimentación de reses y el propio arte contemporáneo alrededor de una propuesta «metalingüística».

¿A qué sabe una exposición? Bien depende de nuestro apetito, sin embargo, muchas exposiciones pecan de insulsas. Para evitarlo, en la muestra de Rodríguez, podríamos hablar sobre la tercera función de la lengua que es la de recibir información sensible de los alimentos, lo que denominamos comúnmente como el gusto. Esto nos ayuda a determinar el buen o el mal estado de dichos alimentos que, junto con el olfato, se potencia. Sobre el gusto que pertenece a las ideas de lo artístico, se le dedicaron algunas páginas en siglos pasados. Los cuales intentaban establecer criterios para validar o no determinadas manifestaciones. El gusto no es desinteresado, pues pone al sujeto por delante del objeto artístico. Donde prima lo subjetivo que nos hace hablar, manifestar una opinión, realizar una crítica sobre algo ajeno a nosotros. Una exposición puede antojársenos salada o desaborida dependiendo de nuestro apetito. La complejidad se materializa a través de una poética que el artista, a pesar de su juventud, conoce bien la naturaleza del discurso donde establece relaciones dialécticas, sirviéndose de diferentes recursos plásticos como el de la repetición, el contraste o el camuflaje. En un fragmento audiovisual aparecen dos clips simultáneos de un río, y justo en el suelo delante de su proyección, una piedra salina que parece extraída de ese mismo río.

Quizá una pieza que aguarda el misterio es la que puede pasar desapercibido para la mayoría: al pasar junto a una pared, se ven tenuemente por el brillo, lo que parecen ser varias manchas consecutivas. En su caso, se tratan de las huellas de lametones artificiales realizados con una lengua de silicona sobre la blanca pared vagamente iluminada. El movimiento de una lengua artificial, un lenguaje sintético que genera una sensación. Esta nos invade, nos mueve, nos hace a nosotros conscientes como espectadores: «Las sensaciones son acciones» (Eliasson, 2013). En ese transcurrir a lo largo de la sala, encontraremos algunas fotografías de pequeño formato que se encuentran dispuestas consecutivamente: en ellas las imágenes de diferentes saleros ornamentales en blanco y negro [3].

La propuesta expositiva nos invita a recorrer el lugar; a mirar desde un punto a otro; a repasar de nuevo las imágenes con los materiales y cómo se interrelacionan los componentes de su vocalización o cómo nos interrelacionamos con ellos. Nos invita a hacer preguntas, no nos regala discursos mainstreams ni retóricas hegemónicas, de manera que lo convierte en un dispositivo muy acorde para los tiempos de pensamiento de la contemporaneidad. Hasta aquí, hemos realizado un proceso de deglución, comunicación y de reflexión estética de la exposición «La lengua es una tangente». Probablemente, nos queden muchas preguntas en el aire que solo pueden ser respondidas con el cuerpo presente en el propio espacio, dedicándole nuestro valioso tiempo a desentrañar los misterios de una práctica como la de Eduardo Rodríguez: una mirada joven pero contundente. O mejor dicho, una lengua joven y andaluza, que con toda seguridad le restan un buen número de cosas que decir y muchas erosiones que realizar a través de un lenguaje propio. Un lenguaje que talla la cosa, que se construye a sí mismo. Un lenguaje sutil pero compacto, casi como de un susurro que se corporeiza, entre lo que se dice y lo que no, entre lo que se aparece y lo que no. «Hay una palabra, una sola, de la que no se sabe de cierto si alguna vez ha traspasado la barrera que separa al silencio del sonido» (Zambrano, 1986: 104). Esa barrera en los terrenos liminales de la palabra, de la imagen y del tiempo murmura: «La lengua es una tangente».

Eduardo Rodríguez, natural de Almedinilla (Córdoba) en 1996, está graduado en Bellas Artes por la Universidad de Granada en 2018. Realizó el Máster de Producción Artística Interdisciplinar en la Universidad de Málaga en el año 2019. Ya cuenta con varias exposiciones y proyectos que ha desarrollado en los últimos años que nos permiten visualizar como uno de sus objetivos el de construir una carrera sólida. En paralelo a la muestra en la Facultad de Málaga se encuentra actualmente «Tiempo de plata, lengua de plomo» en la Sala Iniciarte de Córdoba en este mismo año. Algunas de las exposiciones pasadas en Granada como «TEST», en la Sala de exposiciones Gran Capitán en 2020 y «Condensadores de Tiempo» en el Palacio de los Condes de Gabia en 2020. Ha sido seleccionado en convocatorias como «A secas. Artistas andaluces de ahora» en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla en 2021. Así también en algunas becas como la Convocatoria Iniciarte 2021, la VII Beca Artista Residente de Posgrado de la Universidad de Málaga en 2020. Además de su trabajo individual, también ha trabajado con el artista José M. Ruiz, cuyos proyectos conjuntos han tenido lugar en «Panorama 5» en la Galería Fran Reus de Mallorca, así como en los XV Encuentros de Arte de Genalguacil en 2020, la III Residencia José Guerrero de Granada en 2019 y, por último, también en el Centro de Arte Contemporáneo Rafael Botí en Córdoba en 2020.

Natalia Cardoso García

Universidad de Málaga

Bibliografía

ELIASSON, Olafur (2013), Leer es respirar, es devenir. Escritos de Olafur Eliasson, Editorial Gustavo Gili, Barcelona.

KLEISNER, Karel & MARAN, Timo (2014), «Visual Communication in Animals: Applying Portmannian and Uexküllian Biosemiotic Approach», in MACHIN, David (ed.), Visual Communication, De Gruyter Mouton, Berlín, pp. 659-676. <https://doi.org/10.1515/9783110255492.659>.

ZAMBRANO, María (1986), Claros del bosque, Seix Barral, Barcelona.