La casa en la creación artística visual y su relación con el feminismo (de 1970 a 2020)

ANDREU MEDIERO, Violeta

Ediciones Complutense, Madrid, 2024

ISBN: 978-84-669-3816-7

En La casa en la creación artística visual y su relación con el feminismo (de 1970 a 2020), Violeta Andreu Mediero explora cómo diferentes artistas de la sociedad occidental han utilizado sus obras para comunicar ideas en torno a la casa. Con ello, la autora busca fomentar la creación de nuevas experiencias y lecturas al respecto, además de plantear y responder preguntas. Si bien menciona publicaciones anteriores centradas en distintos aspectos relacionados, es la primera vez que se investiga este tema de forma completa, dato reflejado en el estado de la cuestión.

El libro se divide en dos secciones. En la primera aporta varios datos, siempre con una perspectiva de género, sobre la casa y cómo esta se ha tratado desde las artes visuales. Se compone de tres capítulos. Comienza con una introducción, continúa con los antecedentes feministas y termina comentando la creación visual feminista basada en la idea de casa. A lo largo de la segunda sección, se analizan los distintos usos en el arte visual de múltiples conceptos creativos conectados con la casa, organizados por orden de complejidad. Como un mismo artista puede interesarse por varias ideas, Andreu habla de «espacios de hibridación conceptual». Dentro de la segunda sección hay dos bloques: el primero trata de la casa como edificio, su forma, los espacios y la actuación sobre la vivienda, mientras que el segundo la examina desde su habitabilidad junto a sus posibilidades situacionales de mayor importancia. A medida que progresa la lectura del libro, una cronografía de obras y artistas va aumentando de tamaño. La autora finaliza con la descripción de dicha cronografía, una exposición de sus conclusiones, numerosas referencias bibliográficas y el índice de las ilustraciones.

La primera sección se adentra en cuestiones introductorias que luego irán desarrollándose, por lo que se debería incidir en ellas. La exposición de los orígenes de la casa y la etimología de la palabra se acompañan de una breve descripción de las relaciones de la casa con otros espacios, sus objetos, sus habitantes, sus funciones, el arte y la arquitectura. También hace una descripción de su vínculo con la mujer y la violencia doméstica. Según Andreu, debido a los acontecimientos sociales del siglo XX y el XXI, la vivienda contemporánea, más flexible, tiene la misión de responder a nuevas necesidades. Después de definir los antecedentes feministas y las prácticas visuales relativas a la casa, empieza la segunda parte.

En esta última sección, donde examina los diez ejes temáticos, parte de la siguiente premisa: el arte genera acciones y reacciones, y las estrategias creativas crean diálogos entre el arte y el público. Clasifica la casa en función de sus formas (capítulo 2), distinguiendo entre formas estereotipadas (por ejemplo, Ghost Structures de Venturi y Scott Brown), celda y refugio (Celle de Dicky Rekalde), formas geométricas (Octogon for Münster de Dan Graham) y otras (New Building, de Franz Ackermann).

Los capítulos siguientes indagan en las relaciones de la casa con el espacio (capítulo 3), el color y la luz (capítulo 4), capaces de transmitir mensajes, y el objeto (capítulo 5). En su rico análisis del espacio, aborda cómo la casa es utilizada para invadirlo o modificarlo, o bien cuestionar la frontera entre el exterior y el interior. Otras implican en especial al espectador o tienen como espacio expositivo uno doméstico. Joel Shapiro y Rachel Whiteread son citados como figuras clave en esta exploración. La casa como objeto se desglosa, de forma brillante, en tres categorías: la casa como objeto en sí (Catherine Harang), obras creadas a partir de la casa y objetos domésticos (Sarah Lucas) y obras derivadas de objetos arquitectónicos (Cristina Iglesias).

Los capítulos sobre acción (capítulo 6), aislamiento (capítulo 7) e intimidad (capítulo 8) son esenciales para comprender las dimensiones performativas, sociales y políticas de la casa. Respecto al capítulo sexto, profundiza en el desplazamiento (Krzysztof Wodiczko), la reconstrucción (Do Ho Suh) y la deconstrucción (Lara Almarcegui). En el séptimo, considera las obras de artistas que basan su creación en el refugio, la cabaña o la celda, sirviéndose del aislamiento: Tadashi Kawamata, Louise Bourgeois, Darren Almond o Cristina Lucas. Por otro lado, se estudia en el octavo la casa como contenedor de la intimidad a través de distintas estrategias, desde la exposición cruda y polémica de lo privado (My Bed de Tracey Emin) hasta la provocación de situaciones íntimas en el público, destacando Carsten Höller y su idea de dormir en un centro de arte. Enriquece este capítulo mediante la inclusión de artistas como Félix González-Torres, Martha Rosler, y Sophie Calle.

Andreu aborda, en los tres últimos capítulos, la casa en relación con el cuerpo o la identidad femenina (capítulo 9) y la denuncia social (capítulos 10 y 11). El texto hace referencia a la recurrente identificación de la casa con el cuerpo humano (de nuevo, Shapiro, o Antony Gormley) o, en concreto, el femenino. Como algunos ejemplos, Laurie Simmons ha relacionado a la mujer con la arquitectura, Martha Rosler ha denunciado a través de utensilios de cocina su rol impuesto por el patriarcado, Francesca Woodman ha fundido a la mujer con el interior de la casa y Eija-Liisa Ahtila ha asimilado a la mujer en su totalidad con la casa. Asimismo, la autora analiza la problemática de la vivienda, la gentrificación y varias actividades fraudulentas (Hans Haacke, Liam Gillick, Teresa Margolles) y cómo se convierte en un escenario para la denuncia de la violencia bélica (Zena El Khalil) o de género (Donna Ferrato).

Antes del análisis de la cronografía final, la penúltima tabla proporciona al lector un seguimiento cronológico y conceptual de los distintos artistas y sus respectivas obras, cuyas celdas están clasificadas por colores. En la lectura de la cronografía se vinculan los distintos sucesos sociales con las obras realizadas en ese tiempo, proporcionando al lector una visión muy completa, fundamental para organizar las ideas y asentar conceptos.

Sin embargo, de acuerdo con las conclusiones de Andreu, a pesar de que la creación artística visual se implica conceptualmente con las ideas del feminismo, la intensidad de esta unión no siempre ha sido la misma, sino que cambia según el periodo. Era más activa en los setenta y los noventa, y decreció en los ochenta (con los éxitos en la lucha por los derechos sexuales) y en la actualidad. La autora observa en los artistas varones una tendencia a acercarse a cuestiones espaciales y formales, mientras que las mujeres, con mayor frecuencia, basan sus obras en la habitabilidad, preocupándose por temas más sociales. Aunque responde a las principales preguntas que presentaba en la introducción, sugiere otras nuevas: cuestiona la ausencia de artistas masculinos comprometidos con las concepciones feministas en torno a la casa y la influencia de la pandemia. Termina expresando su confianza en aquellos futuros artistas que también harán uso de la casa con el objetivo de reivindicar la igualdad.

Uno de los mayores aciertos de la obra reside en la arquitectura meticulosa y coherente de sus capítulos. Su disposición estructural, lógica e intuitiva, facilita que incluso un lector menos especializado se adentre en el tema sin dificultades: gracias a cada ampliación de la cronografía, el camino de aprendizaje queda claramente señalizado. De hecho, la autora, en un principio, comenzó esta monumental cronografía en papel, pero terminó cambiando a un formato digital debido a la enorme cantidad de obras incluidas en ella. No obstante, ambas cronografías aparecen en el volumen.

Además, gracias a sus más de cien figuras y un total de 23 tablas, el lector puede consultar de un simple vistazo la información más relevante. Destacan las dos últimas tablas: una de ellas es la vista global de la anterior, que permite observar el desarrollo de los distintos conceptos en el transcurso de todo el periodo analizado. Marca los años, pero carece de palabras, ya que solo muestra distintas franjas de colores, asociándose cada uno de ellos a un concepto distinto. Con ella sabemos de inmediato qué ideas fueron más populares en un lustro determinado o una década concreta. Por ejemplo, entre 1995 y el año 2000 se realizaron ocho obras protagonizadas por la forma de la casa, mientras que entre 2015 y 2020 ninguna creación artística estudiada trata ese tema y siete recurren al aislamiento.

Por otro lado, la extensa bibliografía es una prueba más del tiempo que ha invertido la autora en completar su proyecto. Es de consulta obligatoria para cualquier historiador del arte interesado en las creaciones de los últimos cincuenta años o en los estudios de género. La enorme cantidad de obras recogidas en él y la excelente manera de ordenarlas lo convierten en un libro de referencia al estudiar la casa como recurso artístico. Además de ser una rigurosa fuente bibliográfica, es una fuente de inspiración para los artistas, pues, como Andreu recuerda desde la dedicatoria, el arte tiene el poder de cambiar el mundo.

María Gómez Zayas

Universidad de Málaga