Acerca del libro y su significación en la estampa carmelitana

Fernando Moreno Cuadro

Universidad de Córdoba

it1mocuf@uco.es

Resumen: El trabajo presenta una aproximación a los diferentes significados que adquiere el libro en la estampa carmelitana, en la que tiene una importante presencia complementando varios tipos iconográficos, a los que matiza con distinto sentido, apareciendo principalmente ligado a la actividad intelectual en todas sus facetas, desde el aprendizaje a la enseñanza. Muestra múltiples matices que contemplan, además de la defensa de la palabra de Dios y de la doctrina de la Iglesia, su utilización para destacar sucesos fundamentales en la historia de la orden, como el abandono de oriente y la llegada a occidente dirigidos por Bertoldo de Lombardía, y los más importantes escritos de sus miembros, que excepcionalmente se asocian a emblemas.

Palabras clave: Contrarreforma; Carmelo; Estudio; Emblemas; Evangelización; Frontispicio emblemático.

The Book and its Significance in Carmelite Pictures

Abstract: This work aims to reveal some of the different meanings that books acquire in Carmelite pictures. Books appear frequently as an accessory in several iconographic types, with various meanings, mainly linked to a wide range of intellectual activity, from learning to teaching. Books have multiple nuances, from the defence of the word of God and the doctrine of the Church, to highlighting fundamental events in the history of the order, such as when it fled the east and arrived in the west under the guidance by Bertoldo of Lombardy, as well as the most important writings of its members, which are sometimes associated with emblems.

Keywords: Counter-reformation; Carmel; Study; Emblems; Evangelization; Emblematic frontispiece.


No creemos necesario explicar en este lugar, ni siquiera someramente, los diferentes significados de un mismo elemento dependiendo de la forma y el contexto en el que aparece, tan variados como ejemplos podamos analizar. Por ello, voy a centrarme directamente en los más destacados niveles de sentido del libro atendiendo a los distintos tipos iconográficos en los que se integra.

En el amplio desarrollo de la historia carmelitana por el grabado se destaca de forma especial la importancia del estudio a partir del anhelo de Elías por conocer la palabra de Dios, como lo representó el pintor y dibujante flamenco Martin van Hemskers (1498-1574) [1], quien tuvo una gran influencia en la estampa de su tiempo como diseñador y grabador (Rosier, 1990: 24-38). El profeta aparece recostado bajo una retama que forma parte del paisaje del torrente de Querib, donde Yahvé le ordenó que viviera en soledad tras anunciar al rey Ajab una gran sequía como castigo por la introducción del culto a Baal (1 Re 17,1-7) en detrimento del único y verdadero Dios de Israel, momento crítico del yahvismo que se resolvió en el «Juicio de Dios en el Carmelo» con la victoria de Elías sobre los baales (1 Re 18,20-40), lo que precisa al personaje veterotestamentario como un hombre de acción y de oración, dedicado a la meditación en la palabra de Dios y a defenderla frente a sus oponentes, los dos componentes fundamentales del Carmelo que aparecen relacionados con el significado del libro que abordamos.

El estudio de la palabra divina también se muestra con frecuencia en las representaciones de sus primeros seguidores y así lo podemos apreciar en la estampa de François Tortebat –editada «cum priuil. Regis 1665»– sobre dibujo de Simón Vouet (1590-1649), quien recoge esta idea de una manera original, con los fuertes contrastes de luces y sombras que aprendió en Roma (1614-1627), donde parece utilizó en los primeros años un estilo subcaravaggiano (Blunt, 1977: 250) con escorzos y un hábil manejo de los paños dentro de la tradición clásica que tamiza el compromiso barroco adquirido en Italia (Dargent-Thuillier, 1965: 27-63). Tres grandes grupos de árboles marcan una diagonal que centra la escena de Eliseo recibiendo el manto de Elías para trasmitir el espíritu del profeta a sus discípulos, que se presentan en diferentes ocupaciones: el situado en el ángulo inferior izquierdo está en profunda meditación o descansando, otro se dispone a coger un ave bajo Eliseo y los restantes están conversando sobre la palabra de Dios, simbolizada por el pergamino que porta el que se encuentra en el ángulo inferior derecho [2]. En relación con las representaciones que sitúan a los primeros carmelitas vinculados al rapto de Elías, se conocen varios ejemplos en España y México que destacan a los reformadores descalzos con los símbolos de escritor observando como Eliseo recoge el Pallium Eliae Spiritus para trasmitirlo a sus seguidores, que el Carmelo teresiano amplió a Nueva España (Moreno, 2016: 32 y ss.).

Junto a la meditatio tuvo un especial significado para Elías la actio, que culminó enfrentándose a los seguidores de Baal, a los que degolló en el torrente Cisón (1 Re 18,40), al pie del monte donde se celebró el citado juicio contra los falsos profetas, convirtiéndose la acción y la contemplación en aspectos esenciales para los seguidores del legendario fundador de la orden.

En este sentido, cabe destacar una estampa de Caukercken, sobre dibujo de Abraham van Diepenbeck, que representa el Triunfo de María en el carro del Carmelo, conducido por Elías y guiado por teólogos carmelitas que portan libros con sus doctrinas, abatiendo a los herejes que negaban su maternidad divina, su virginidad y la exención de pecado original (Moreno, 2016: 78-83). Junto a la defensa de María también aparece en la estampa carmelitana la defensa del papado y de la Iglesia, como se pone de manifiesto en la anónima que ilustra el Historico-Theologicvs Liber bipartitus de Petro Thoma Pvglisio Coriolanensi (Nápoles, 1700), en la que se figuran los carmelitas guiados por Juan Baconthorp, uno de los más importantes historiadores y teólogos del siglo XIV que sobresalió por su doctrina inmaculista (Bueno, 1955a: 58-84), venciendo las herejías [3], entre las que destaca de manera especial el zuinglinismo que negaba el magisterio del papa, quien aparece en un carro arrastrado por los teólogos que personalizan el texto de la vida de san Gregorio destacado en la parte superior de la plancha subrayando que hasta el final del mundo el Carmelo apoyará al pontífice, distinguiéndose entre otros carmelitas a Thomas Beauxamis y en primer término a Thomas Valduensis que escribió sobre la eucaristía varios textos y porta uno de sus libros.

En paralelo a estas manifestaciones artísticas de fácil aprehensión y dirigidas al sentimiento, la Contrarreforma también apoyó un tipo de representación más intelectual. En ambos casos estaban al servicio de la doctrina de Roma, aunque sus destinatarios eran diferentes, orientándose las segundas a una minoría docta. Entre ellas, se pueden destacar las estampas que figuraban las tesis, sustentadas con textos, que se defendían públicamente en las disputas teológicas sobre la eucaristía que se llevaron a cabo en importantes centros religiosos y se centraron fundamentalmente en torno a la transubstanciación y la práctica sacramental recomendada por el Concilio de Trento y defendida especialmente por los dominicos y los jesuitas frente al jansenismo (Moreno, 2014: 371-387).

Se trata de triunfos intelectuales sobre los contrarios a las doctrinas fundamentales de la Iglesia, simbolizadas por libros que sintetizan la defensa del credo romano que vigilaba el cumplimiento de la palabra de Dios, la cual se visibiliza en el Carmelo de diversas maneras, entre las que sobresalen las visiones –el «libro vivo» que Cristo prometió a santa Teresa: «No tengas pena, que Yo te daré libro vivo» (Vida 26) cuando en 1559 se prohibió la lectura de una serie de libros de devoción leídos por la carmelita (Moreno, 2018: 67)–, que tuvieron igualmente un amplio desarrollo entre los carmelitas de la antigua observancia, cuyas representaciones combinan en ocasiones el hecho extraordinario sobrenatural con la entrega de un libro real; tal es el caso, por ejemplo, de la beata Ángela de Bohemia, quien en Les peintures sacrées du Temple du Carmel (Lieja, 1669) aparece recibiendo un libro de manos de Jesús para que lo tuviera siempre como ejemplo de su vida (1669: 46-47), importante visión que se materializó en uno de los relieves de la sacristía del Carmine de Milán realizados por Giusseppe Quadri en los últimos años del siglo XVII y comienzos del XVIII [4].

Esta combinación de visión con libro material fue grabada de manera singular por Cornelis Galle en la Schola Virtutis/et Scientiae evocando las representaciones de Cristo entre los Doctores en el templo de Jerusalén [5]. El Hijo de Dios, que se ocupa de las cosas de su Padre (Lc 2,49), aparece sentado en un trono del que pende un medallón con la imagen de María –eleoúsa–, que subraya la doble naturaleza de Cristo, recibiendo los símbolos del poder terrenal de manos de un emperador del Sacro Imperio que se arrodilla ante Él y que quizá pueda hacer referencia a Carlos V, quien impulsó el Imperio sobre la Universitas christiana (Yates, 1975a: 56-97) y el mesianismo sacro de los Austrias españoles, que gobernaron los Países Bajos entre 1516 y 1711. A su lado, un centurión –quizá Cornelio, homónimo del grabador y uno de los primeros gentiles bautizados por los apóstoles (Act 10,48)– con una espada y un martillo sobre un yunque que simbolizan la justicia y la fortaleza imperial que posibilitaría la vuelta de la Edad de Oro (Yates, 1975b) –la consecución de paz edénica (Is 65,25)–, conciliando el objetivo imperial de la Pax christiana la forma de gobernar que Anquises clarificó a su hijo Eneas (Eneida 6, v. 853) con la actuación de Dios que castiga duramente al soberbio y ensalza la conducta del humilde (Prov 16,18), al tiempo que se justifican con la enseñanza de la fe a los infieles las políticas expansivas del imperio que no hacía sino defender la voluntad de Dios con sus conquistas espirituales.

En correspondencia con el soldado a quien mandó bautizar Pedro en el llamado «Pentecostés de los gentiles» se ha figurado en primer término al otro pilar de la Iglesia, san Pablo con la espada, que en este contexto también parece evocar la palabra de Dios, representada asimismo por el libro que porta el fraile que aparece junto al «Apóstol de las naciones» apoyado en su característico atributo, que en el Nuevo Testamento simboliza la doctrina de Cristo –«no vine a poner paz, sino espada» (Mt 10,34)– que Pablo en su Epístola a los Hebreos identifica con la palabra de Dios: «viva, eficaz y tajante, más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb 4,12).

Completan la estampa de Cornelis Galle cuatro religiosos que simbolizan la extensión de la palabra de Dios por todo el mundo, particularmente materializada en la figura de san Ignacio que apoya un pie sobre el globo terráqueo para reflejar la difusión de su orden y la evangelización que llevó a cabo. Pero no faltan en este elenco de grandes difusores de la palabra de Dios los fundadores de las órdenes mendicantes –san Francisco y santo Domingo– ni un carmelita, cuya labor misional hunde sus raíces en la verdadera Schola Virtutis et Scientiae, a igual distancia de Cristo que su correligionario portador de la palabra divina, el cual se ha figurado cubierto con la clásica capucha sobre la cabeza y los hombros que simboliza la humildad para someterse gozosamente a la voluntad de Dios y de sus priores, pudiéndose identificar en los dos frailes las dos ramas de la orden, la antigua observancia que conectó con Elías y la descalcez que retomó el espíritu eliano.

Con respecto al espíritu misional mencionado, debemos insistir en que una de las facetas más importantes de los carmelitas descalzos es su vocación misionera. Santa Teresa promovió la fundación del primer monasterio de descalzas para vivir la rigidez primitiva (Vida 32) con la finalidad de conseguir un total aislamiento y centrar la vida en Dios, como los ermitaños del Carmelo. Así, la primera fundación teresiana (San José de Ávila, 1562) estuvo orientada a la vida contemplativa, volcada en la oración: «Todas las que tenemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque este fue nuestro principio» (5 Moradas 1, 3), a lo que se debía unir el silencio, la penitencia y el trabajo, con un singular replanteamiento del Ora et labora que la descalcez convierte en contemplatio y actio, centrándose esta última en la lucha contra las herejías para la rama masculina y en las tareas de la vida cotidiana –«Pongan mucho en los ejercicios de las manos» (Carta LXXXVII de 20 de septiembre de 1576)– para la rama femenina, en cuyo seno se presenta como un símbolo de la humildad que permite progresar en la oración (Moreno, 1918: 414), que se convierte en vehículo fundamental para salvar almas (Carta XXIII, 13 de diciembre de 1575) de herejes e infieles, propósito que contagió a sus seguidores convirtiendo la vida contemplativa en acción apostólica (De Pablo, 2011: 61-62), siendo de especial relevancia para el pensamiento teresiano la introducción de la dimensión misionera en el ideal contemplativo (Renaultt, 1981: 171). Importante concepto que se visualiza en algunos tipos iconográficos (Moreno, 1918: 309-311); sirva de ejemplo una singular pintura de los descalzos de Úbeda en la que se asocia el retrato de santa Teresa fundadora y escritora con san Juan de la Cruz y el padre Gracián en actitud orante, ambos de la misma edad, pero con marcada diferencia de años en la tela ubetense, recordando la actio y la contemplatio características del Carmelo, la cercanía de san Juan de la Cruz con la reformadora descalza contemplativa que añoraba la primitiva Regla y que contrasta con la activa fundadora con preocupación misional y de salvación de almas, tendencia al apostolado, a la predicación y a la misión de corte jesuítico y aviliano que estaría representada por Gracián (Rodríguez-San Pedro, 2016: 299-315).

En ese mismo orden de ideas, recordar la importante transmisión de su magisterio (Moreno, 2018: 327-405) a sus seguidoras, entre las que destaca Ana de San Bartolomé, quien recibió instrucciones –visiones o «libro vivo»– de Jesús Niño en presencia de Dios Padre y el Espíritu Santo y las indicaciones de Jesús para fundar en Francia y los Países Bajos [6], donde llevó a cabo una importante labor al servicio de la fe, orando para conseguir la victoria de los católicos (Urkiza, 2008: 165-202).

Retomando el tema del estudio, subrayar la importancia que tuvo para la descalcez carmelitana, en cuyo seno se fomentó la ubicación de las comunidades, siempre que fuera posible, en lugares desde los que sus miembros pudieran acudir a cualificados centros de enseñanza, tal como explicitó Gracián en el diálogo trece de la Peregrinación de Anastasio: «Para el aumento de una orden no hay mejor camino que plantar seminarios en las Universidades de estudiantes, porque allí toman el hábito los buenos sujetos… para dilatarse esta Orden de la Virgen Santísima en todo el mundo con fruto de las almas, como se había dilatado la de la Compañía de Jesús» (Gracián, 1933, III: 194), creándose importantes centros de estudios –Collegii Salmanticensis Fratrum (Ottilio del Niño Jesús, 1938: 142-152)– en torno a los cuales surgieron numerosas representaciones con la presencia de libros (Moreno, 2018: 356-360).

Entre ellas destacaremos la portada de la Opera Omnia (Colonia, 1650) de Juan de Jesús María (Di Bernardino, 1994), de quien conocemos un retrato grabado por Carlo Faucci, sobre dibujo de Giuliano Iraballesi, en el que se representa al carmelita en su estudio ante un volumen abierto y mirando al espectador a quien destina su amplia producción (Strina, 1993-1997) representada en la estantería del fondo [7]. La estampa se completa con un pie identificativo «VEN. P. F. IOHANNES. A. IESV-MARIA. CALAGVRITANVS / SPIRITVS. CANDORE. DOCTRINAE. PRAESTANTIA / CADAVERIS. INTEGRATE. CLARISSIMVS» (El venerable Padre Juan de Jesús María, calagurritano, celebérrimo por el candor de su espíritu, la excelencia de su doctrina y la incorruptibilidad de su cadáver).

La citada portada colonesa, publicada por Iodocum Kalcovium en 1650, es especialmente interesante por varios aspectos [8]. Está centrada por la imagen del escritor sobre la cumbre del Monte Carmelo, al pie del cual se ha representado un angelito formando una corona con diversidad de hojas –«EX OMNIA FRONDE»– y flores –«EX OMNI FLORES»– que le ofrecen otros dos y simboliza la corona de la gloria que recibirá como recompensa por su virtud (Sab 5, 15-16) y confianza en Dios, representado en la parte superior –alfa coronada enmarcada por un resplandor rodeado de querubines–, a quien dirige su obra –AD HANC– el escritor carmelita, cuyos libros están recogidos en el título –Opera Omnia– que sostienen unos angelitos, uno de los cuales señala la luz divina que marca la dirección seguida por el venerable descalzo que se ha figurado con una pluma y una cruz hacia la que mira con las inscripciones «CVM HAC» e «IN HAC», manifestando que con su pluma y centrado en la cruz ha conseguido la gloria.

Es significativo que se represente al carmelita sobre un escudo nobiliario, recordando que pertenecía a una antigua familia del Valle del Roncal, y el símbolo del poder –esfera terrestre surmontada por la cruz– que al mismo tiempo alude a la difusión de su obra por todo el orbe, en el que el carmelo teresiano desde sus comienzos desarrolló y mantuvo una importante labor misional; recordemos que su Definidor General en Roma, Domingo de Jesús María Ruzola, participó en la fundación de la Sacra Congregatio de Propaganda Fide (1622) y que el prolífico escritor riojano sistematizó teológicamente la ciencia misional y como prepósito general de los carmelitas difundió el carmelo descalzo por la nueva Europa (Di Bernardino, 1994), envió misioneros a Persia y la India, e inauguró el Seminario de Misiones en el convento de San Pablo de Roma (Ambrosius a Sancta Teresia, 1941).

Las obras completas de Juan de Jesús María se representan en torno a catorce libros abiertos que penden de dos soles con los monogramas de Jesús y María Reina sobre los tres clavos de la cruz y el corazón atravesado por la espada (Lc 2, 35), distribuyéndose en dos bloques: PIETATIS y DOCTRINAE. La original distribución de volúmenes se completa con textos identificativos y emblemas que hacen referencia a su contenido, siguiendo el planteamiento de las orlas historiadas que tuvieron un cierto desarrollo en el ámbito carmelitano (Cuesta, 2017: 253-264).

Entre los primeros, bajo una filacteria que recoge el Ars amandi Deum (Arte de amar a Dios) y sobre el volumen de la Rhetorica (Díez, 2002: 51-66), aparece un libro abierto con el lema «SOLI / AVTHO/RI» (Para el sol que es quien lo provoca), muy en la línea de la experiencia de los místicos descalzos que coinciden con san Juan de Ávila (Díaz, 2007), y una concha con una perla abierta por el sol, directamente relacionada con el emblema 59 de la Centuria Cuarta, Symbolorvm et emblematvm ex aquatilibvs et reptilibvs (1604) de Joachim Camerarius, con el lema «CLARESCVNT AETHERE CLARO» (Brillan cuando el cielo está claro).

En el siguiente, bajo una filacteria que recuerda el De prudentia Iustorum (Sobre la prudencia de los justos) –un tema de gran interés para el carmelita, quien en Liber de Studio prudentiae, escrito en 1614, armoniza las enseñanzas de Aristóteles, Cicerón y santo Tomás de Aquino, clarificando el concepto de «prudencia» que diversifica en la que rige el comportamiento de la propia persona, la que gobierna la familia y la que ha de regir la polis, el reino y la guerra– y sobre el volumen de Poemata sacra (Poemas sagrados), se figura el correspondiente libro abierto que recoge cómo ambos textos suponen las mejores garantías –«POTIORA / TVETVR»– contra el mal, simbolizado por la serpiente que aniquila un hacha sostenida por una mano que surge del cielo, una imagen que se relaciona igualmente con el emblema 84 del citado libro de Camerarius (1604), en el que se figuran tres brazos que surgen de una nube y atacan a una serpiente con el lema «COELO REPETITA PLACEBUNT» (Los continuos ataques agradarán al cielo).

A continuación, bajo una filacteria que alude al Ars bene moriendi (Arte de bien morir) y sobre el volumen de «Ars Concionandi» –género que aborda las técnicas para explicar las verdades evangélicas no pretendiendo el seguimiento estricto de ciertos preceptos teóricos, sino la sabia «adaptación de las palabras y las ideas a cada fin», como decía Luis Vives (Pascual, 2009: 21-25)–, se representa el libro abierto con el lema «VT / DIGNE / OCCVM/BAM» (Para que muera <yo> dignamente) y una imagen del Ave Fenix renaciendo de sus cenizas y dirigiéndose al sol, relacionada con el emblema 100 de la Centuria Tercera, Symbolorvm et emblematvm volatibvs e insectos (1596) de Joachim Camerarius, con el lema «VITA MIHI MORS EST», recordando que la muerte permite gozar de Cristo y la vida sobrenatural (Fil 1,21-23), imagen de la resurrección (García, 2010: 370).

De igual forma, bajo una filacteria que recoge el Stimulus Compunetionis (El estímulo de la compunción) y sobre el volumen de «De stutio? Pacis» (Sobre los desvelos por la paz), aparece un libro con el lema «PVNGIT / VT / SANIT» (Pincha para curar) y la imagen de un brazo sangrando a causa de un instrumento punzante.

Seguidamente, bajo una filacteria que alberga la Instructio Principum (La instrucción de los príncipes) y sobre el volumen de De regimine monástico (Sobre el gobierno monástico), se encuentra el característico libro con el lema «VT / LUCEANT / OMNIBVS» (Para que alumbren a todos) y una imagen de un candelabro en el momento en que es encendido.

Del mismo modo, bajo una filacteria que acoge el De bono usu curiae (Sobre el buen uso de los tribunales) y sobre el volumen de De bono usu honorum, diuit.. (Sobre el buen uso de los cargos, las riquezas…), se figura el correspondiente libro con el lema «ALLIDOR / NEC / LAEDOR» (Chocan contra mí y no me hacen mella) y una roca resistiendo el empuje de las olas del mar embravecido.

Finalmente, en la parte inferior de la columna izquierda, bajo una filacteria que contiene la Schola Orationis ac contemplationis (La escuela de la oración y la contemplación), un tema muy querido por el descalzo (Evaristo del Niño Jesús, 1960: 199-240), y sobre el volumen de Instructio Nouitiorum (Instrucción de novicios), se representa el habitual libro con el lema «PROVOCAT / AD / VOLANDVM» (Los estimula para que vuelen), muy vinculado con el espíritu teresiano frente a la influencia del padre Doria (Antonio di Gesú Bambino, 1960), y la imagen de un águila que enseña a volar a sus polluelos, tan frecuente en la literatura emblemática (García, 2010: 143-145).

En la columna contrapuesta, pendiendo de la filacteria que engloba los libros para la doctrina –DOCTRINAE–, bajo la cinta que recoge la Theología Mystica (Teología mística), en la que armoniza la doctrina tradicional del Pseudo-Dionisio con las nuevas experiencias espirituales de santa Teresa, y sobre el volumen de Via vitae (Camino de la vida), aparece el consabido libro con el lema «ABDITA / PANDI» (Abre lo oculto) y la imagen de una llave indicando que permite alcanzar la meta deseada.

En el siguiente, bajo una filacteria que recuerda la Historia S. M. Teresiae (Historia de la Santa Madre Teresa) –a la que destinó tres libros y el Compendivm vitae B. V. Teresiae a Iesu (Roma, 1609) que dedicó a Paulo V, a quien solicitó la beatificación de la reformadora descalza, proclamada el 24 de abril de 1614 por el Breve Regis aeternae– y sobre el volumen de Orationis de S. Teresiae (De la oración de santa Teresa), cuya tradición doctrinal sistematizó (Luis Javier de la Inmaculada, 1964: 169-301), se ha figurado un libro destinado a mostrar que la reformadora descalza en la medida que se rebajaba era elevada –«DEFERS / ET / EFFERI»– mediante la representación de unas grullas que en la literatura emblemática se presentan como imagen del hombre humilde (García, 2010: 467).

A continuación, bajo una filacteria que alberga el Ars Gubernandi (Arte de pilotar) y sobre el volumen de Epistola… (Carta exhortativa), se muestra el característico libro con el lema «HANC / SECVRE / SEQVOR» (Sigo a esta con seguridad) y la imagen de un barco guiado por la estrella polar, equivalente en el mundo carmelitano a María, la estrella del mar que conduce al puerto seguro de Cristo.

Seguidamente, bajo una filacteria que recuerda la Instructio Missionum (Formación de las misiones) y sobre el volumen de De custodia legum, se abre un libro con el lema «DISPER/SAS / CONGRE/GAT» (Reúne las dispersas) y la imagen de unas rapaces dirigiéndose a su objetivo.

Del mismo modo, bajo una filacteria que contiene la Expositio lament: Ieremiae (Exposición de las Lamentaciones de Jeremías) y sobre el volumen de Disciplina Monastica (Disciplina monástica), aparece el libro abierto con el lema «ET GEMITV / PLACET» (Y se complace en sus gemidos) y la imagen de un pájaro en medio de un árbol desprovisto de hojas, relacionado con la llamada a la penitencia del profeta que asistió a la conquista de Jerusalén por Babilonia e invitó a la conversión retirado de la vida pública para conseguir la salvación (Jer 13,15-17).

A continuación, bajo una filacteria que recoge la Explanatio Cantici Cantic (Explicación del Cantar de los Cantares) y sobre el volumen De amore cultoque Deiparae (Sobre el amor y el culto a la Madre de Dios), se representa un libro con el lema «ILLVS/TRANT CONNV/BIVM» (Iluminan el casamiento) y la imagen de unas velas unidas con una cinta.

Finalmente, bajo una filacteria con la Paraphrasis in Libr. Iob. (Comentario al libro de Job) y sobre el volumen de la Schola Iesu Christi (Escuela de Jesucristo), se figura el correspondiente libro con el lema «VT FRVCTVM / PLVS / AFFERAT» (Para que dé más fruto) y la imagen de una mano vareando un olivo.

Se trata de un nuevo y excepcional ejemplo de la importancia que tuvo para el Carmelo teresiano la cultura emblemática (Moreno, 2019), que adquiere un especial protagonismo en esta singular portada a manera de frontispicio emblemático (Daly, 1988: 199-203), cuya originalidad solo es equiparable a la transformación del frontis de la Historia de la Virgen María Nuestra Señora con declaración de algunas de sus excelencias de José de Jesús María, publicada en Amberes por Francisco Canisio en 1652, con orla historiada de diez emblemas marianos que conforman una interpretación carmelitana de la «llena de gracia», los cuales se repiten en la traducción del libro difundida en Italia como Padiglione del Mistico Salomone (Padua, 1658) siguiendo el esquema de la Tota Pulchra.

Finalmente, señalar que el libro no solo sirve de soporte de imágenes que subrayan sus contenidos, sino que en algunos casos se utiliza a manera de cartel para destacar sucesos importantes, como el traslado de los carmelitas a occidente exhortados por María, quien encomendó la tarea a Bertoldo de Lombardía. El acontecimiento se recoge en muchas obras, entre las que citaremos la estampa grabada en Augsburgo por Simon Thaddäus Sondermeyr (1700-1799) –«S. Th. Sondermeyr Sc. A.V.»– [9], en la que aparece el cuarto general latino de la orden mostrando un libro abierto –«Egressus / eorum / ab Ori/ente / in Occi/dente hi / primi et / nouissimi» (Su salida desde el Oriente al Occidente; estos fueron los primeros y los últimos)– bajo la visión de María encaminándolos, de la que se conserva una versión pintada por Lucas Franchois en el Museo Comunal de Malines (Emond, 1961: 100-105).

Podemos concluir que María es la guía y el centro fundamental de la orden del Carmen, tal y como aparece recogido en el Speculum de institutione ordinis pro veneratione Maria, Tractatus super regulam ordinis carmelitarum, Laus religionis carmelitana de Johannes Baconthorpe, el escolástico más importante de la congregación que destacó por su defensa de la inmaculada Concepción (Bueno, 1955: 54-84), excepcionalmente figurada en un tipo iconográfico del escritor [10] que vinculó en la espiritualidad del Carmelo a María con Elías, quien tuvo la `visión de la nubecilla´ (1 Re 18, 44) que anunciaba el fin de la sequía profetizada al rey Ajab como castigo por la introducción del culto de los baales, la cual se interpretó en clave mariana por los religiosos de la orden (Staring, 1989: 184-193) que en las constituciones turonenses se denominan «Deiparae alumni» (Regula, 1639: 54) reflejando la cristología mariológica de los carmelitas, para quienes servir y defender a María suponía servir a Dios y defender la palabra divina, a cuyo estudio y difusión se dedicaron con ahínco a lo largo de su historia utilizando el libro como vehículo para propagar los principios que fomentaban.

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