Voltaire lector de Castel de Saint‒Pierre
Voltaire as reader of Castel de Saint‒Pierre
Adrian Ratto
Universidad de Buenos Aires
Recibido: 03/12/21 Aceptado : 08/03/22
Resumen
Es un lugar común considerar a Voltaire como un crítico de Castel de Saint‒Pierre y uno de los principales responsables de la recepción de su imagen como la de un promotor de ideas impracticables, en particular su proyecto de paz permanente entre las naciones. El objetivo de este artículo es mostrar que, en cualquier caso, la interpretación que hace de los escritos del abate es menos simple de lo que se puede pensar en un primer momento. El trabajo busca poner de relieve los desplazamientos y torsiones que la figura de éste sufre en los escritos del filósofo francés, especialmente a partir de los años 50’, momento en el que revaloriza algunos aspectos de su obra. Por otra parte, el texto arroja algunas luces acerca de lo que podría considerarse el proyecto de paz del propio Voltaire.
Palabras clave
Voltaire, Castel de Saint‒Pierre, siglo XVIII, paz perpetua, tolerancia
Abstract
It is commonplace to consider Voltaire as an opponent of Castel de Saint‒Pierre’s theories and one of the main responsible for the reception of his image as that of a defender of impractical ideas, in particular his project of permanent peace between nations. The aim of this article is to show that, in any case, the assessment of the abbé’s writings is less simple than what can be expected at first. The paper seeks to highlight the displacements and twists that Castel de Saint Pierre’s figure undergoes in the writings of the French philosopher, especially from the 1950s
onwards, when he revalues some aspects of his work. On the other hand, the text sheds some light on what could be considered Voltaire’s own peace project.
Keywords
Voltaire, Castel de Saint‒Pierre, Eighteenth Century,
perpetual peace, tolerance
Entre 1713 y 1717, Charles‒Irénée Castel de Saint‒Pierre (1658–1743), más conocido como el abate de Saint–Pierre, publicó un Projet pour rendre la paix pérpetuelle en Europe (de aquí en adelante, Projet). El proyecto de paz que se desprende del libro del abate, cuyos escritos han sido más mencionados que leídos,1 fue rápidamente calificado como quimérico. Uno de los principales responsables de esa interpretación, que ha marcado la recepción de su obra, fue Voltaire, quien, entre otras cosas, se refirió con ironía al abate como «Saint‒Pierre de la Utopía» (Voltaire 1880a, p. 74) y «bonzo Saint‒Pierre» (Voltaire 2013, p. 269).
Sin la pretensión de negar los cuestionamientos a la filosofía de Castel de Saint‒Pierre que se observan en los escritos del autor del Essai sur les mœurs, el objetivo de este trabajo es mostrar que su valoración es, en cualquier caso, menos simple de lo que se puede pensar en un primer momento. Esto, por otra parte, arroja algunas luces acerca de lo que se podría considerar como el proyecto de paz del propio Voltaire y, en un plano más general, acerca de las formas de pensar las relaciones políticas y jurídicas entre las naciones en el siglo XVIII.
La estructura del trabajo es la siguiente: en primer lugar (I), se revisan una serie de notas y escritos en los que Voltaire presenta a Castel de Saint‒Pierre como un ingenuo soñador, como un defensor de proyectos utópicos. Luego (II), se demuestra que los cuestionamientos del filósofo francés se apoyan sobre una interpretación del pensamiento del abate que no parece ceñirse a sus escritos, en particular al Projet. Finalmente (III), se pone de manifiesto otra imagen del abate presente en los textos de Voltaire a partir de los años 50’, momento en el que revisa sus trabajos para redactar la entrada Saint‒Pierre (Charles‒Irénée Castel, abbé de), que forma parte del catálogo de autores y artistas incluido en su célebre Siècle de Louis XIV, pero, sobre todo, en los años 60’, cuando se entrega al combate contra l’infâme.
El motivo inmediato del Projet fue el Tratado de Utrecht (1712‒1713), que, como se sabe, puso fin a la Guerra de sucesión española, que se desarrolló entre los años 1701‒1713 y tuvo como causa fundamental la muerte sin descendencia de Carlos II de España. El abate siguió de cerca en 1713 las negociaciones en tanto secretario de Melchior de Polignac (1661‒1741). Pero, su preocupación por el tema de la paz, contra lo que se suele pensar, es anterior a ese suceso. En efecto, ya había pensado en el proyecto de un estado de paz permanente entre las naciones europeas en 1707 y en 1711 había redactado una versión preliminar de su plan para su círculo íntimo.
El texto, que, es preciso señalar, no fue el único proyecto pacificador de la época,2 fue publicado entre 1713 y 1717,3 pero hubo que esperar, para que las ideas allí presentadas tuvieran una amplia difusión, hasta 1761, momento en el que Jean‒Jacques Rousseau realizó un resumen del mismo, que se publicó bajo el título de Extrait du Projet de paix perpétuelle de M. l’abbé de Saint‒Pierre.4 Este trabajo fue el que permitió, entre otras cosas, que Immanuel Kant, que, como se sabe, escribió uno de los proyectos de paz más leídos del siglo XVIII, Zum ewigen Frieden (1795), conociera las ideas del abate, a quien se refiere explícitamente en su Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht (1784) (Kant 2013, p. 53).
Si bien Voltaire leyó con atención y anotó el trabajo de Rousseau, no necesitó de su obra, en cualquier caso, para tener acceso a los proyectos de Castel de Saint‒Pierre,5 a quien, por otra parte, había llegado a conocer personalmente durante sus últimos años de vida y con quien había intercambiado algunas cartas.6 En efecto, Voltaire había leído atentamente sus trabajos, tal como lo muestran las notas que escribió en los márgenes de los libros del abate que poseía en su biblioteca. Las palabras «falsedad» y «quimera» son las que más se repiten allí al momento de calificar los proyectos de Castel de Saint‒Pierre (Voltaire 1983, pp. 380‒406). Ya en un epigrama aparentemente de los años 20’ asociaba su nombre al absurdo: «No hace mucho tiempo que, del abate de Saint‒Pierre / me mostraron un busto tan perfecto, / que no podía distinguirse si era real o de piedra. / Con tal fidelidad el escultor había reproducido sus rasgos. / Entonces, quedé perplejo y estupefacto, / temiendo equivocarme. / Luego, pensé: ‘no es más que una imagen, / el original diría alguna absurdidad’» (Voltaire 1877, pp. 484, 485).7 Algunos años más tarde, en una carta del 8 de mayo de 1739 al marqués d’Argenson (1694‒1757), afirma, a propósito de la viabilidad de un trabajo de éste, que no se publicaría hasta 1764,8 que lo que allí encontró no fueron «los quiméricos proyectos del buen abate de Saint‒Pierre» (Voltaire 1880b, p. 272). Asimismo, en la edición de 1752 de la entrada Saint‒Pierre (Charles‒Irénée Castel, abbé de) del catálogo presentado en su Siècle de Louis XIV (1751), en el que hace un inventario de los principales artistas, hombres de letras y científicos de la época de Luis XIV, sostiene que éste «propuso casi siempre cosas tan difíciles de lograr como impracticables» y califica su proyecto de paz perpetua como «quimérico» (Voltaire 1957, p. 1203). Algunos años después, en su ya mencionado Rescrit de l’Empereur de la Chine, publicado en 1761 en el Journal encyclopédique, en el que parece más interesado en criticar a Jean‒Jacques, asociándolo a los planes del abate,9 que al abate mismo, vuelve a atacarlo. Así, en un escrito que se acerca más al cuento o al panfleto que al tratado académico y con un tono irónico, señala, a través de la figura del emperador de China,10 que el proyecto de paz permanente del abate se ocupa sólo de Europa, olvidando «el resto del universo», y se mofa nuevamente de la supuesta ingenuidad del plan, mostrando, entre otras cosas, cuán fácil resultaría alterar esas «pequeñas combinaciones» entre estados sobre las que se apoya (Voltaire 2013, pp. 270, 271). Por último, en el capítulo XIII del Fragment sur l’histoire générale (1773), intentando responder al autor de Les Trois siècles de la littérature française (1772), el abate Sabatier de Castres, que había acusado a Voltaire de tomar las ideas principales de su Siècle de Louis XIV de los Annales politiques (1757) de Castel de Saint‒Pierre,11 llama «quimeras» una vez más a los proyectos del abate y sostiene con ironía que éste creía «haber perfeccionado la república de Platón » (Voltaire 1879a, p. 268). Poco después califica como «novela» la idea de «revolucionar toda Europa para introducir allí una paz perpetua, modificar todos los poderes para volverlos iguales y sustituir los intereses de cada país por un interés general (…)» [ibid., p. 268].
Una particular atención merece un breve escrito de Voltaire titulado De la Paix perpétuelle, par le Docteur Goodheart (1769), que parece dirigirse, de acuerdo a su estructura (similar a la de los textos del abate) y a su irónico título, directa y exclusivamente al abate. Allí, vuelve a calificar como utópico su proyecto: «La paz imaginada por un francés, llamado abate de Saint‒Pierre, es una quimera que no podría mantenerse entre los príncipes, así como no puede hacerlo entre los elefantes, los rinocerontes, los lobos o los perros. Los animales carnívoros se destrozarán siempre a la primera ocasión» (Voltaire 1879b, p. 103). Pero, Voltaire no se limita en ese escrito a burlarse de la supuesta ingenuidad del abate, sino que presenta su propio proyecto de «paz perpetua», el cual, explica, no elimina el «monstruo de la guerra», pero hace que ésta sea «menos bárbara» (ibid., pp. 103, 104) y los gobiernos, «menos inhumanos» (ibid., p. 105). Ese plan no es otro que el de establecer la «tolerancia» en materia de religión (ibid., p. 103), un combate, el de la tolerancia, que afronta en los años 60’ tanto en el plano teórico, publicando, entre otros escritos, su célebre Traité sur la tolérance (1763), como en el práctico, participando activamente en casos de intolerancia religiosa: Calas, Sirven, etc. La «intolerancia cristiana» es, para Voltaire, la razón de los principales males que sufren los hombres y la «tolerancia», el remedio (ibid., p. 105). En la conclusión de ese trabajo, se puede leer: «El único medio de dar a los hombres la paz es destruir los dogmas que los dividen e introducir la verdad que los une [el deísmo]: allí, la paz perpetua» (ibid., p. 128. El subrayado es nuestro). Inmediatamente añade que «esa paz no es una quimera» (ibid., p. 128). Finalmente, al ver los progresos que se han hecho en ese terreno, señala que «el ídolo se desmorona y la tolerancia universal se eleva poco a poco sobre sus escombros» y exhorta a los hombres a trabajar para «destruir el fanatismo» y a enseñar a sus hijos a «no adorar más que a Dios» (ibid., p. 128).12
Voltaire no fue, en cualquier caso, el único en evaluar negativamente el proyecto del abate. Esta valoración fue casi un lugar común en el siglo XVIII. Entre otros, Leibniz y Montesquieu, que mostraron en un primer momento simpatía por el proyecto, no dejaron de plantear objeciones, mostrándose escépticos con respecto a su realización;13 Kant lo calificó como «risible» (Kant 2013, p. 53) y Rousseau mismo, que valoró algunos aspectos de sus trabajos, señaló también su falta realismo, en la medida en que consideraba que aun cuando fuera razonable la firma del tratado, los príncipes no lo harían, pues, en general, afirma, no es la razón lo que gobierna las decisiones de los hombres (Rousseau 2008, pp. 118 y ss.). Por otra parte, el escrito fue cuestionado desde el poder político francés, en la medida en que parecía poner en entredicho el alcance del poder real y cuestionar la política agresivamente expansiva de Luis XIV, que convertía a Europa en un campo de batalla permanente.14 También Federico II de Prusia cuestionó al abate. En una carta del 12 de abril de 1742 dirigida a Voltaire, se mofó de su aparente ingenuidad: «el abate de Saint‒Pierre (…) me ha enviado una bella obra sobre la forma de restablecer la paz en Europa y mantenerla para siempre. El asunto es factible, sin dudas. Para realizarlo, no es necesario más que el consentimiento de los soberanos de Europa y algunas otras bagatelas semejantes» (Voltaire 1880c, p. 124).15
Pero ¿fue realmente el abate tan cándido como lo presentan sus coetáneos? ¿Fue realmente un mero constructor de proyectos irrealizables?
Voltaire, como se ha mostrado en (I), critica recurrentemente el aparente utopismo de los proyectos de Castel de Saint‒Pierre. Los cuestionamientos, sin embargo, no parecen hacer plenamente justicia a los escritos y las intenciones del abate, tal como, luego de reconstruir someramente los principales aspectos de su Projet, se intentará poner de manifiesto.
En el Projet, el abate presenta «los medios para alcanzar la Paz perpetua entre todos los estados cristianos» (Castel de Saint‒Pierre 2019a, § 2). Como explica en el prefacio de la obra, tras observar los innumerables males que la guerra causa a las naciones cristianas y la poca eficacia demostrada por el sistema de equilibrio de poderes entre naciones o la mera firma de pactos,16 se propone a lo largo de siete discursos, en los que se divide el texto, investigar si ésta constituye un mal «natural», «sin remedio», y si es posible resolver «sin guerra» los conflictos futuros entre los estados (ibid., § 3). El núcleo del proyecto se concentra en la formación de una liga de naciones europeas que permita evitar la batalla como medio para dirimir las disputas (ibid., § 11). La sociedad europea que proyecta procuraría a todos los soberanos cristianos seguridad suficiente acerca de la perpetuidad de la paz dentro y fuera de sus estados. Los principales soberanos que tendrían voz en esa sociedad serían dieciocho, entre los que se encontrarían, entre otros, el de Francia, España, Inglaterra, Holanda, Saboya, Portugal, Baviera, Venecia, Génova y Florencia (ibid., § 12). La confederación funcionaría mediante una asamblea permanente con poderes legislativos y judiciales y un ejército de 600.000 hombres, integrado por representantes de cada uno de los estados miembros de la liga, que intervendría cuando los acuerdos no se respetaran.
La confederación se apoyaría, por otra parte, en el acuerdo acerca de doce artículos fundamentales: el primero establece el objetivo de la confederación y su funcionamiento en torno a una «asamblea permanente», que se reuniría en una «ciudad libre» (ibid., §§ 390, 391);17 el segundo, la no injerencia de ésta en la política interna de cada estado, a menos que esto resulte necesario para conservar su «estructura fundamental», ya sea una monarquía o una república, o socorrer a los magistrados contra los sediciosos (ibid., § 400); el tercero señala que la confederación velará por la seguridad de las monarquías durante los períodos de regencia (ibid., § 405); el cuarto prohíbe a los soberanos anexar nuevos territorios a los que ya poseen (ibid., § 410); el quinto, detentar una doble soberanía (ibid., § 441); el sexto, que la sucesión de los reinos de España y Francia favorezca a alguien que no provenga de la Casa de Borbón, en tanto esa Casa tenga descendencia masculina (ibid., § 443); el séptimo gira en torno a la votación de las leyes comerciales que regirán entre las naciones particulares (ibid., § 447); el octavo sostiene que ningún soberano podrá elevar sus armas a menos que lo haga contra aquellos estados declarados «enemigos de la sociedad europea» (ibid., § 455); el noveno gira en torno al número de diputados de la asamblea y de los estados que representarían (ibid., § 499); el décimo, a las contribuciones económicas que cada estado debe realizar para sostener la confederación (§ 503); el undécimo, a los procedimientos a seguir en el caso de situaciones que requieran un tratamiento inmediato en vista de la salud de la confederación (ibid., § 508) y, por último, el decimosegundo señala las condiciones necesarias para la modificación de alguno de los artículos fundamentales (ibid., § 510).
En el ya mencionado Rescrit de l’Empereur de la Chine, Voltaire se mofa de estas cláusulas al establecer, con ironía, que la asamblea funcionaría en una ciudad completamente «de cristal», en la que la luz del día nunca se apagaría, y al determinar que en ella se reunirían, «para fortalecer el proyecto de paz perpetua», los líderes de las diferentes religiones (Voltaire 2013, pp. 272, 273). Poco después, agrega que la pena para aquellos soberanos que se vieran envueltos en querellas sería, en un primer momento, «un panfleto de Rousseau», luego, en el caso de repetirse el caso, «la expulsión del universo» (ibid., p. 273). Pero, como se ha mostrado en el apartado anterior, su principal crítica al abate, la más recurrente, en cualquier caso, es la del carácter utópico de sus proyectos.
Los cuestionamientos, sin embargo, no parecen hacer plenamente justicia a los escritos y las intenciones del autor del Projet, al menos en este caso, pues: (i) Castel de Saint‒Pierre menciona casos históricos que se habrían asemejado a su plan; (ii) no propone un proyecto de paz universal, sino solamente europeo; (iii) no ignora el tiempo y las dificultades que acarrearía su materialización; (iv) no funda sus proyectos en una ciega confianza en la razón y la bondad natural de los hombres, sino, por el contrario, en sus pasiones e intereses particulares; (v) no pretende cambiar los sistemas políticos internos de las naciones que participen de su proyecto de paz.
En efecto, una lectura más atenta del texto parece mostrar la necesidad de matizar, al menos en relación al Projet, una interpretación como la de Voltaire, que, como se señaló, no fue un caso aislado en el siglo XVIII. En primer lugar (i), el abate señala que ya hubo intentos concretos y exitosos de materializar un plan como el suyo. Se refiere explícitamente a la política de Enrique IV (1553‒1610), que examina a la luz de las memorias del duque de Sully, y al Imperio germánico, que ya había realizado en pequeña dimensión lo que la confederación debería, explica el abate, realizar en una escala mayor (Castel de Saint‒Pierre 2019a, § 13). Estos casos concretos, que presenta como modelos, pero también como ejemplos, lo convencen de que su proyecto «no era una quimera», de que su plan «no era impracticable» (ibid., § 13).18 En segundo lugar (ii), las objeciones de Voltaire parecen suponer que el proyecto del abate pretendía ser universal, sin embargo, éste no esperaba que la paz se extendiera por toda la faz de la tierra, se conformaba con que alcanzara a los soberanos cristianos de las naciones europeas (ibid., § 2). Además (iii), señala en el Séptimo discurso, en el que se encarga de responder de manera anticipada a algunas objeciones que su obra podría llegar a recibir, que no pretende que la confederación se forme de un día para otro. La misma, explica, sería el resultado de un lento y arduo proceso que poco a poco daría los frutos esperados (Saint‒Pierre 2019b, §§ 160 y ss.). Por otra parte (iv), añade, sobre la base de su lectura de De l’intérêt des princes et des États de la chrétienté (1638), de Henri de Rohan (1579‒1638), obra a la que se refiere expresamente en el libro (Castel de Saint‒Pierre 2019c, § 352), que lo que motivaría a cada soberano a firmar el tratado sería su propio «interés», una categoría a la que tanto Rohan como el abate conceden una especial importancia. Es decir, no se trata simplemente de una cándida apelación al altruismo, las ideas de un hombre de buen corazón ‒como lo llama Voltaire‒ o de una decisión completamente ajena a las pasiones y los intereses de los hombres. La paz perpetua, explica el abate, no iría en contra de los intereses particulares de los príncipes, quienes podrían disfrutar de estabilidad política frente a las amenazas tanto internas como externas (Castel de Saint‒Pierre 2019a, §§ 225 y ss.) y de las «riquezas» que se generarían como producto del impulso que recibiría el «comercio» en un marco de armonía entre las naciones, así como del dinero que no sería necesario utilizar para «los gastos de las guerras» (Castel de Saint‒Pierre 2019b, § 167). Finalmente (v), se puede pensar que los artículos que componen el tratado que da lugar a la liga tienen un contenido realista, en la medida que no buscan promover cambios bruscos en la estructura política interna de los estados miembros de la confederación, sino, por el contrario, garantizar la permanencia de esa estructura.
Como señala Jean‒Louis Lecercle, si bien los príncipes pierden, en el sistema del abate, la posibilidad de iniciar acciones bélicas y expandir sus dominios, sus poderes permanecen intactos. Además, se ven beneficiados al ver garantizados a perpetuidad sus actuales territorios y al poder gozar, como consecuencia del estado de paz permanente, de la prosperidad que emana de un comercio estable y del desarrollo de las artes y las ciencias, entre otras cosas (Lecercle 1993, p. 26):
He mostrado en qué medida las leyes y las buenas instituciones, así como las artes y las ciencias se perfeccionan en el marco del sistema de la paz perpetua […]. He mostrado en qué medida disminuyen los disgustos, las penas y las inquietudes y aumenta la tranquilidad para el soberano en el marco del sistema de la paz […]. Se ha mostrado qué beneficios se extraerían de un comercio no interrumpido […]. Se ha mostrado en qué medida las casas reales serían más durables en el sistema de la paz que en el de la guerra (Castel de Saint‒Pierre 2019b, §§ 603‒605, 609).19
A partir de los años 50’, momento en el que Voltaire vuelve a examinar los trabajos del abate, con el fin de redactar la ya mencionada entrada que le dedica en el «Catalogue», que forma parte del Siècle de Louis XIV, la valoración parece modificarse, al menos en parte. En efecto, en la primera edición (1751) de ese texto, reconoce, sin dejar de hacer algunos cuestionamientos al abate –como se ha mostrado en I‒, su contribución a propósito de la cuestión de los «impuestos arbitrarios» (Voltaire 1957, p. 1203)20 y afirma que «sus ideas políticas no fueron siempre sueños» (ibid., p. 1203).
Las dos o tres líneas dedicadas al abate en la edición de 1751 se convierten en un extenso párrafo en la edición de 1752, pero, la mayor novedad parece encontrarse en un párrafo completamente nuevo agregado en la edición de 1763 y completado en la edición de 1768. Allí se refiere al Anéantissement futur du mahométisme (1737), un escrito del abate que forma parte del tomo XIII (1737) de sus Ouvrages de morale et de politique, en el que se propone mostrar cómo en el futuro el mahometismo se debilitaría como consecuencia del avance de la «razón universal» (Castel de Saint‒Pierre 1737, p. 204):
El tratado más singular que se encuentra entre sus obras es el de la destrucción futura del mahometismo. Afirma que llegará un tiempo en que la razón humana se impondrá sobre la superstición. Los hombres comprenderán, dice, que basta con la paciencia, la cortesía y la buena voluntad para agradar a Dios. Es imposible, agrega, que un libro en el que proposiciones falsas se hacen pasar por verdaderas, en el que se encuentran absurdos contrarios al sentido común y alabanzas a propósito de acciones injustas, haya sido revelado por un ser perfecto. Pretende que dentro de quinientos años todos los espíritus, incluso los más groseros, abrirán los ojos acerca de ese libro y que incluso el gran muftí y los cadíes verán que les conviene desengañar a la multitud y volverse más respetados simplificando la religión. Ese tratado es curioso. En sus Annales politiques, dice que el estado debería construir celdas en los manicomios para los teólogos intolerantes y que sería oportuno llevar esa especie de locura al teatro (Voltaire 1957, p. 1204).21
El tono satírico, que, en gran medida, domina la primera parte de la entrada, desaparece. Parece advertirse ahora cierta admiración de parte de Voltaire. Se puede sospechar que éste encuentra allí una crítica no sólo al mahometismo, sino también al cristianismo, algo que, es preciso señalar, no estaba ausente en el libro del abate y que se manifiesta en el mismo título completo del libro: Anéantissement futur du mahométisme et des autres religions humaines par le progrès continuel de la raison humaine universelle.
En otro trabajo de los años 60’, en los que las fuerzas de Voltaire se concentran en el ataque a la religión cristiana, las Lettres à S. A. Mgr le prince de ***. Sur Rabelais et sur d’autres auteurs accusés d’avoir mal parlé de la religion chrêtienne (1767), que a partir de la edición de 1768 llevaron por subtítulo Catalogue raisonné des esprits forts, convierte al abate en un precursor de su deísmo y un aliado en su lucha contra l´infâme, junto a otros autores, tales como La Mothe Le Vayer, Saint‒Évremond, Bayle o Fontenelle. En un texto en el que intenta defender la imagen de aquellos que lo han precedido en el combate contra el fanatismo y los horrores provocados por el cristianismo, así como en la adopción del deísmo,22 presenta al abate como «un hombre de bien» y «un ciudadano diligente», de cuyas obras emana un «puro teísmo» y cuyo estilo, oscuro, le permitió escapar de la persecución de los censores [«(…) si hubiese escrito como Fontenelle, habría estado perdido, sobre todo cuando los jesuitas tenían aún poder»] (Voltaire 1879c, p. 501).
El desplazamiento es aún más evidente en la valoración de la obra del abate en Le Dîner du comte de Boulainvilliers (1767), un trabajo anti‒cristiano en el que tres personajes atacan los principios de la religión católica y en el que, al final, otro, que lleva el nombre del abate, lee los avances de su último trabajo. Este recoge ideas de Castel de Saint‒Pierre, como, por ejemplo, la de realizar una reforma de la iglesia [«Nada es más útil para el público que un sacerdote que lleva el registro de los nacimientos, que procura asistencia a los pobres, consuela a los enfermos […]» (Voltaire 1990, p. 405); «[…] la mejor nación es aquella en la que los sacerdotes se casan, pues son mejores ciudadanos, dan hijos al estado y los educan con honestidad» (ibid., p. 406)],23 pero las mismas son sobre todo volterianas, en particular la virulenta crítica a la religión católica [«un grueso libro que es la tumba del sentido común» (ibid., p. 402), «la religión no ha hecho más que mal a los gobiernos» (ibid., p. 403)] y la defensa del deísmo [«construid templos donde se adore a Dios, se celebren sus acciones, se anuncie su justicia y se promueva la virtud: todo el resto es espíritu de partido, facción, impostura, orgullo o avaricia y debe ser proscripto para siempre» (ibid., p. 405)].
Algo similar sucede en la entrada Credo, agregada al Dictionnaire philosophique (1764) en la edición de 1769. Allí, tras señalar que va a hablar del «credo» que Castel de Saint‒Pierre presenta en su libro «sobre la pureza de la religión» (Voltaire, 1994, p. 654), vuelve a convertirlo, sin dejar de mencionar algunas ideas propias del abate, en el portavoz de su deísmo y su cuestionamiento a las religiones reveladas ‒algo que, es preciso reconocer, no está completamente ausente en algunas de las obras del autor del Projet, aunque sin la virulencia que emana de las palabras de Voltaire. Así, las ya mencionadas ideas de Castel de Saint‒Pierre acerca de la necesidad de que los sacerdotes reciban «un salario», puedan «contraer matrimonio» y tener «muchos hijos» se mezclan con el anti‒clericalismo, la crítica a la intolerancia y el deísmo volteriano: «[…] creo que, al ser Dios nuestro padre común, todos los hombres deben verse como hermanos», «[…] las disputas teológicas son a la vez la farsa más ridícula y la plaga más horrorosa de la tierra», «[…] es necesario erradicar a los monjes» (ibid., p. 655), etc.
Bronislaw Baczko señalaba hace ya varios años en un trabajo célebre entre los dieciochistas que «Voltaire llamaba [al abate] Saint‒Pierre de la Utopía y que lo convirtió en el blanco preferido de sus críticas» (Baczko 2001, p. 174). Asimismo, en trabajos más recientes, Bernard Delmas insiste en la imagen de Voltaire como alguien que «no pierde la oportunidad de burlarse [del abate], criticando las ideas expuestas en sus múltiples memorias» (Delmas 2011, p. 126) y Denis de Casabianca, en su introducción a la edición crítica del Projet, subraya una vez más, aunque con algunas reservas, el carácter utópico que Voltaire habría atribuido a todos los escritos del abate (Casabianca 2019, § 4). En este artículo, sin negar la existencia de cuestionamientos al abate de parte del autor del Siècle de Louis XIV, los cuales, como se ha visto en (I), atraviesan toda su obra, se ha intentado mostrar los límites de interpretaciones como las antes mencionadas, en la medida en que, como se señaló en (III), a partir de los años 50’, Voltaire revaloriza algunos aspectos de la obra del abate, tales como sus proyectos para modificar los impuestos y para la reorganización del clero o sus críticas a las religiones reveladas. Por momentos, parece incluso convertir a Castel de Saint‒Pierre en un aliado en su lucha contra las religiones reveladas y en su misión de predicar el deísmo. Por consiguiente, parece necesario matizar las lecturas tradicionales, que pasan por alto esta faceta de la recepción de la obra de Castel de Saint‒Pierre por parte de Voltaire.
Por otra parte, el trabajo también muestra los límites de la interpretación que el propio Voltaire hace de los escritos del autor del Projet, como se ha visto en (II y III), pues la misma manipula y provoca torsiones en sus ideas. Esto sucede tanto cuando el filósofo francés cuestiona su pensamiento como cuando lo confunde con su propia imagen o lo convierte en un antecedente de su filosofía y sus combates. En efecto, el autor de las Lettres philosophiques, al atacar al abate, parece pasar por alto aspectos de su teoría que dejarían sin efecto sus críticas o atribuirle nociones ausentes en su argumentación, a saber, que se propone la construcción de una liga universal de naciones, que su proyecto de paz se apoya en una concepción ingenua acerca de la naturaleza humana y en una apelación al altruismo o que pretende modificar completamente el sistema político de los estados que integrarían la confederación. Asimismo, al acercarse a su figura –a partir de los años 50’, pero especialmente en los años 60’, momento en el que, como se señaló, Voltaire ataca con mayor virulencia al cristianismo‒, lo convierte en algunos escritos en su portavoz y lo hace librar batallas que no fueron las suyas.
Por último, el texto arroja algunas luces (I) acerca de lo que podría considerarse el proyecto de paz del propio Voltaire, que no excluye, llamativamente, la guerra y no gira en torno a la firma de tratados entre naciones o a la reunión de representantes en una asamblea permanente, sino al establecimiento de una tolerancia universal en materia religiosa, un problema del que se ocupa sobre todo, como se señaló, a partir de los años 60’. En un plano más general, arroja luces, asimismo, acerca de las formas de pensar las relaciones políticas y jurídicas entre las naciones en el siglo XVIII.24 En cualquier caso, un tratamiento exhaustivo de este último tema excede los límites de este trabajo.
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Adrián Ratto es investigador adjunto en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Líneas de investigación:
Filosofía del siglo XVIII
Publicaciones recientes:
2022: «La felicidad, los remordimientos y el poder punitivo del estado: ¿es el AntiSénèque de La Mettrie un proyecto trunco?», Ingenium. Revista Electrónica de Pensamiento Moderno y Metodología en Historia de las Ideas, nº 16, pp. 13-20.
2021: «Voltaire, Diderot y la historia de Rusia en el siglo XVIII», Eidos. Revista de Filosofía de la Universidad del Norte, nº 36, pp. 318-342.
Email: ga_ratto@yahoo.com.ar
1 Es preciso señalar que su obra ha comenzado a ser revalorizada por algunos especialistas en los últimos años. En este sentido, puede mencionarse el reciente trabajo de Carole Dornier (2020).
2 Entre otros, pueden mencionarse los proyectos de Emeric Crucé, William Penn y Maximilien de Béthune, duque de Sully. Para una visión de conjunto sobre el tema, puede consultarse Villaverde Rico (2014, pp. 173‒196). También Espinosa Antón (2021, pp. 51‒68).
3 El trabajo consta de tres volúmenes. Los dos primeros fueron publicados en Utrecht, en 1713, por Antoine Schouten, bajo el título mencionado. El tercero fue publicado por el mismo editor, en 1717, pero con un título diferente: Projet de Traité pour rendre la paix perpétuelle entre les souveraines chrétiens. En 1729, se publicó una versión abreviada (Abrégé du projet de paix perpétuelle), que sería aumentada y reeditada en 1738. En 1986, la obra fue reeditada en versión facsímil por Simone Goyard‒Fabre (ed. Fayard) y en 2019 se publicó nuevamente en el marco de una edición crítica de la totalidad de las obras del abate, bajo la dirección de Carole Dornier, que comenzó en 2018 y se encuentra aún en curso de realización. En este trabajo, seguimos esta última edición.
4 Es preciso recordar que, por intermedio de Mme. Dupin (1706–1799), el abate de Mably (1709‒1785), interesado en rendir un homenaje a la memoria de Castel de Saint‒Pierre, que había muerto en 1743, encargó a Rousseau en el otoño de 1754 la realización de un resumen de sus escritos, con el fin de difundir su pensamiento y hacer más accesible un material que, por el estilo del abate, resultaba árido y difícil de leer. Rousseau trabajó en esos textos entre 1756 y 1759 y en 1761 publicó el mencionado Extrait du Projet de paix perpétuelle de M. l’abbé de Saint‒Pierre. También preparó otros escritos breves sobre las obras del abate y un Jugement sur la paix perpétuelle de l’abbé de Saint‒Pierre, que se publicaría recién en 1782 (publicación póstuma). El mismo Rousseau se refiere al origen del proyecto en sus Confessions (1782) (Rousseau 1959, pp. 407 y ss.). A propósito de la lectura de Rousseau de la obra del abate, puede consultarse Bachofen y Spector (2008, pp. 7‒17). También Spector (2008, pp. 229‒294).
5 Sobre la lectura que Voltaire realizó del Extrait, en el marco de un creciente rechazo en sus escritos de la figura de Rousseau, puede consultarse Cotoni (2003, pp. 59‒67). Es preciso recordar que la relación entre ambos se deteriora tras la publicación, por parte del filósofo ginebrino, de la La Lettre à D’Alembert sur les spectacles (1758). En 1760, un año antes de la aparición del Extrait, Voltaire había publicado unas Lettres sur La nouvelle Héloïse ou Aloïsia, un texto satírico en el que su burlaba de Jean‒Jacques. La respuesta de Voltaire al Extrait sería su Rescrit de l’empereur de la Chine à l’occasion du Projet de paix perpétuelle (1761).
6 De ese intercambio ha llegado hasta nosotros solamente una carta del abate a Voltaire, con fecha del 2 de octubre de 1739. Voltaire había entrado en contacto con él en 1738 a través de Nicolas‒Claude Thieriot (1697‒1772), con el fin de obtener su diario manuscrito, que constituía un importante testimonio de la época de Luis XIV, cuya historia ya estaba interesado en redactar en esa época. Las memorias del abate, a las que Voltaire tuvo acceso recién varios años más tarde, se publicarían, luego de su muerte, bajo el título de Annales politiques (1757).
7 Si bien el epigrama no tiene fecha, Louis Moland lo publica junto a otros escritos de los años 20’.
8 Nos referimos a las Considérations sur le gouvernement ancien et présent de la France, que circularon de manera clandestina por décadas y se publicaron en 1764, luego de la muerte del autor.
9 Sobre la relación con Rousseau, supra nota 5.
10 Las referencias a China son recurrentes en la obra de Voltaire. A propósito del tema, puede consultarse Song (1989).
11 Para diferenciarse del abate, señala, entre otras cosas, que éste, tras «comparar a Luis XIV con Enrique IV», tomó partido por el último, como consecuencia de sus aptitudes guerreras (Voltaire 1879a, p. 270). Voltaire, en cambio, se inclina por Luis, cuyo siglo fue el de «los grandes talentos en todos los géneros», mientras que el de Enrique, explica, fue el «de los horrores de la guerra civil, el de los sombríos furores del fanatismo y el del embrutecimiento de los espíritus» (ibid., p. 271). Retoma el tema en una serie de párrafos agregados a la ya mencionada entrada dedicada al abate en la edición de 1775 del Siècle de Louis XIV, donde indica que la acusación de Sabatier de Castres es absurda, pues recién tuvo entre sus manos el texto de Castel de Saint‒Pierre luego de la publicación del Siècle y, contra lo que dice el autor de Les Trois siècles de la littérature française, quien afirma que los Annales ofrecían un cuadro de los progresos del espíritu humano, el abate dedica apenas unas palabras al tema y sólo se refiere a las bellas‒artes para humillarlas (Voltaire 1957, p. 1205). De esta manera, Voltaire parece asociar al abate a la forma tradicional, en ese momento, de concebir la historia, es decir, en términos políticos y militares, una forma de hacer historia de la que él intentaba distanciarse. Para una interpretación diferente con respecto a esto último, puede consultarse Baczko (2001, p. 189).
12 Existe una extensa bibliografía sobre la cuestión de la tolerancia en los escritos y la vida de Voltaire. Para una visión de conjunto, véase Renwick (2009, pp. 179‒193).
13 A propósito de las críticas de Leibniz y de Montesquieu, puede consultarse Roldán (2014, pp. 111‒133) y Spector (2006, pp. 139‒175).
14 La crítica al absolutismo se hizo explícita, en cualquier caso, en su Polysynodie (1718). La publicación de este trabajo generó un escándalo que terminó con la expulsión del abate de la Academia Francesa, a la que había ingresado en 1695, apadrinado por Fontenelle.
15 Es preciso recordar que Federico II hizo redactar en 1742 a Samuel Formey, secretario de la Academia de Ciencias de Berlín, un texto titulado L’Anti‒Saint‒Pierre. Se trata de una respuesta al Énigme politique, publicado ese mismo año, en el que el abate cuestionaba la distancia entre la política del rey y los principios que había presentado en su Anti‒Machiavel (1740), un texto que había elogiado en sus Réflexions sur l’Anti‒Machiavel (1740).
16 Se encarga de analizar en detalle las debilidades del sistema de equilibrio de poderes entre naciones, hegemónico hasta ese momento, en el Primer discurso del libro (Castel de Saint‒Pierre 2019a, §§ 33 y ss.).
17 Hace un análisis pormenorizado de las características de la sede de la asamblea permanente en el Séptimo discurso del Projet (Castel de Saint‒Pierre 2019b, §§ 442, 443).
18 Examina en detalle este asunto en el Segundo discurso del Projet (Castel de Saint‒Pierre 2019a, § 106 y ss.).
19 Hace un análisis pormenorizado del tema de los beneficios que se pueden extraer del sistema de la paz permanente en el Tercer discurso de la obra (Castel de Saint‒Pierre 2019a, §§ 221 y ss.).
20 Se refiere al proyecto que el abate presenta en la Mémoire sur l’établissement de la taille proportionnelle (1717) y en el Projet de taille tarifée (1737). Sobre el tema, puede consultarse Delmas (2011, pp. 125‒143). Es preciso recordar que los planes de reforma de Castel de Saint‒Pierre no se limitaron a la cuestión de las relaciones entre las naciones, sino que también elaboró proyectos de reforma para otros ámbitos de la sociedad de su época, con el fin de poner el poder al servicio de la prosperidad pública: proyectos para la reforma de la educación, los impuestos, la ortografía, el clero, etc.
21 La última oración pertenece a la edición de 1768. La entrada se completa en la edición de 1775 con nuevos agregados a propósito de las críticas de Sabatier de Castres, un tema que, como se señaló, también abordó en el capítulo XIII («Défense de Louis XIV contre les Annales politiques
de l’abbé de Saint-Pierre») de su Fragment sur l’histoire générale, supra nota 11.
22 El trabajo intenta construir una imagen positiva de aquellos autores que, como señala el título, han sido acusados de hablar mal de la religión cristiana. Busca tomar distancia de los terribles catálogos elaborados por los apologistas cristianos, en particular con respecto al carácter de esos autores, sus costumbres y su forma de vivir y de afrontar la muerte. Es preciso señalar que, sin embargo, las defensas no están exentas de algunas críticas. En cualquier caso, como señala François Bessire, eso último se debe, en general, a la particular naturaleza del texto, el cual está escrito en un tono irónico y dirigido a un ficticio monseñor (Bessire 2008, pp. 170 y ss.).
23 Es preciso recordar que el abate había escrito un Projet pour rendre les sermons plus utiles (1726), unas Observations chrétiennes et politiques sur le célibat des prêtres (1733), un Projet pour rendre les établissements des religieux plus parfaits, c’est-à-dire plus utiles au prochain (1733) y un Projet pour le perfectionnement du clergé en France (1741).
24 Existe una extensa bibliografía sobre el tema. Entre otros trabajos, se puede mencionar: Belissa (1998) y (2012, pp. 187‒196); Coignard y Lourme (2016, pp. 5‒12); Espinosa Anton (2012) y (2021, pp. 51‒68).
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XXVIII Nº1 (2023), pp. 23-39. ISSN: 1136-4076
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
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