VIDA
COMO ARTE Y ARTE COMO VIDA
REFLEXIONES EN TORNO A SIETE OBRAS BIOARTÍSTICAS EJEMPLARES
LIFE AS ART AND ART AS LIFE
REFLECTIONS ON SEVEN EXEMPLARY
BIOARTISTIC WORKS
Miguel
Ángel Medina (Universidad de Málaga - Instituto de Salud Carlos III)
Juan Antonio Sánchez
López (Universidad de Málaga)
Recibido: 6 de diciembre de 2024 /
Aceptado: 31 de marzo de 2025
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Resumen:
El
bioarte está contribuyendo al arte contemporáneo con una
mirada distinta, unos medios nuevos y unas profundas reflexiones acerca de la
obra artística y acerca de la vida. Aunque hay mucha literatura escrita sobre la
temática, faltan muchos esfuerzos por conectar adecuadamente a los bioartistas
con la historia del arte, y por profundizar en las conexiones entre su obra
artística y el concepto de vida, entre la su práctica bioartística artística y
la biología. El presente artículo pretende hacer un acercamiento a las
reflexiones en torno a la vida como arte y el arte como vida a través de una
cuidadosa selección de siete casos bioartísticos ‘ejemplares’,
contextualizándolos de la siguiente forma: en primer lugar, la obra de bioarte
más popular se pone en conexión de continuidad con dos obras señeras de dos
momentos diferenciados de la historia del arte separados en el tiempo por más
de 400 años; en segundo lugar, se ponen en diálogo con el movimiento artístico
del body art tres obras en las que los bioartistas intervinieron sobre
sus propios cuerpos; y finalmente, tres obras de creadores pioneros del bioarte
se ligan con el discurso de una reciente instalación de un artista emergente.
Palabras
clave: Arte
del cuerpo; arte transgénico; bioarte;
lepóridos; transhumanismo.
Abstract: Bioart is
contributing to the contemporary art with a different gaze, new media, and
profound reflections on the artistic work and on life. Although there is a lot
of literature written on the topic there is a lack of efforts to adequately
connect bioartists with Art History, and to deepen the connections between their
artistic work and the concept of life, between their artistic practice and
biology. The present article aims to make an approach to the reflections around
life as art and art as life through a careful selection of 7 ‘exemplary’ bioartistic
cases, contextualizing them as follows: First, the most popular bioart work is
placed in continuity connection with two landmark works from two distinct
moments in the history of art separated in time by more than 400 years; second,
three works in which the bodies of the bioartists themselves were intervened on
are placed in dialogue with the body art movement; and finally, three works by
and pioneers of bioart are linked with the discourse of a recent installation
by an emerging artist.
Keywords:
Bioart;
body art; leporides; transgenic art; transhumanism.
Cómo citar este
artículo:
Medina,
M. A. y Sánchez López, J. A. (2025). Vida como arte y arte como vida. Reflexiones en torno a siete obras bioartísticas ejemplares. Revista
Eviterna, (17), 75-92 / https://doi.org/10.24310/re.17.2025.20057
1. Introducción
Si, como mantuvo la
gestora cultural, académica y comisaria de exposiciones Karin Ohlenschläger
(1959-2022), convenimos que el arte desde los comienzos de su historia siempre
ha tenido que ver con la vida (Ohlenschläger 2022), podríamos deducir que –en
el fondo– todo artista ha sido y es un bioartista. No obstante, como
aclara López del Rincón en una monografía que es referencia obligada dentro de
la historiografía del arte en español dedicada al tema:
El
término ‘bioarte’ es un neologismo aparecido a principios del siglo XXI para
designar genéricamente a un conjunto de prácticas artísticas que relacionan
arte, biología y, muy frecuentemente, tecnología. Esto ha hecho del ‘bioarte’
un término que acoge un grupo muy heterogéneo de prácticas cuyos límites no son
siempre claros (2015, p. 11).
De
esta forma, los términos ‘bioarte’ y ‘bioartista’ devienen ‘términos paraguas’
en la terminología de Jemerijenko y Thacker (2005), lo cual no impide, sino que,
al contrario, favorece la invitación a reflexionar sobre las conexiones del
arte con la vida, desde diferentes perspectivas y con distintas miradas.
Siguiendo a López del Rincón (2015), aquí incluiremos dentro de estos términos
paraguas artistas y obras artísticas tanto de la tendencia ‘biomedial’ como de
la ‘biotemática’. En particular, la importancia de las relaciones con los
espectadores en la definición de bioarte ha sido previamente objeto de
reflexión (Matewecki, 2014).
El
objetivo del presente artículo es aportar unas reflexiones sobre la vida como
manifestación artística y el arte como manifestación de vida a través de
diversos ejemplos concretos de bioarte, seleccionados precisamente por su
carácter ejemplar.
2.
Tres gazapos en la historia del arte
La actualización de 2023 del Diccionario
de la lengua española de la Real Academia Española ofrece como primera acepción
del término ‘gazapo’ la siguiente: «1. m. (nombre masculino) Conejo nuevo»[1],
para, a continuación, identificar como sinónimo o afín el término ‘lebrato’,
que es definido como «m. Liebre nueva o de poco tiempo»[2].
No obstante, en el habla cotidiana de los pueblos de España, se usa ‘gazapo’ para
referirse indistintamente a la cría del conejo o de la liebre y, en todo caso,
consideran más ajustado el término para referirse a la cría de la liebre, pues
sólo ella ‘gazapea’ y no así la cría del conejo. Para dar sentido al juego de
palabras del título de esta sección, admitamos transaccionalmente ‘gazapo’ como
un término común para referirse a las crías de esos animales que, tras su época
de crianza, serán conejos y liebres. Se trata de dos animales –Oryctolagus cuniculus y múltiples especies del género Lepus
sp.– pertenecientes a la misma familia
Leporidae de mamíferos lagomorfos, con una larga presencia en la literatura y
el arte, muchas veces encarnando el arquetipo del animal que usa su astucia
para burlar a sus enemigos.
En
literatura, los lepóridos aparecen una y otra vez al menos desde la formulación
original de la fábula de la liebre y la tortuga, atribuida a Esopo –ca. 600 a.C.-ca. 564 a.C.–, muchas veces antropomorfizados, como en
los casos del conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas
(Carroll, 1865), de Peter Rabbit (Potter, 1902) o de los conejos de La
colina de Watership (Adams, 1972). En el mundo audiovisual, el más popular
y querido conejo es Bugs Bunny, creado oficialmente en 1930 por Tex
Avery para los Loony Tunes y las Merrie Melodies de Warner Bros.
(Adamson, 1990) y que se convirtió en coprotagonista –junto con el genial
baloncestista Michael Jordan– del largometraje Space Jam (Joe Pytka,
1996). También se hizo muy popular Roger Rabbit, creado por Gary K. Wolf
en una novela de 1981 y lanzado al ‘estrellato’
con el largometraje¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Robert Zemeckis, 1988).
En
cuanto a las artes plásticas, los lepóridos fueron frecuentemente representados
durante la Antigüedad clásica y la Edad Media, a menudo relacionados con la
lujuria a causa de la extremada fertilidad de estos animales (Rodríguez
Peinado, 2011). Desde el Renacimiento hasta la actualidad, conejos y liebres
han seguido siendo representados en muy diversos contextos artísticos. Para el
objetivo del presente artículo, tres lepóridos son protagonistas de tres obras
artísticas de distintas épocas de la historia del arte: la liebre –viva– de
Durero, la liebre –muerta– de Joseph Beuys y el conejo albino Alba de
Eduardo Kac.
Feldhase
–título original en alemán; literalmente, ‘liebre de campo’–, conocida en
español como la Liebre o Liebre Joven [Fig. 1] es una
pintura a la aguada de colores con toques de pigmentos opacos y realces de
albayalde realizada sobre papel de 25,1x22,6 cm por Alberto Durero (Nürenberg, 1471-1528),
quien inscribió de su propia mano su monograma y, sobre él, la fecha de
realización, 1502.

Fig. 1: Alberto Durero: Feldhase
(1502). Reproducido del Google Art Project. Dominio público.
Se trata posiblemente del
más famoso estudio de Durero tomado del natural y actualmente pertenece, como
tantos otros dibujos, pinturas y grabados de este, a la Albertina de Viena.
Considerada como una obra maestra del arte observacional, Liebre Joven
fue creada en el Renacimiento, dentro de la prolongada etapa de la historia del
arte en el que la idea de imitación de la realidad estaba en el centro de la
creación artística (Tatarkiewicz, 2002). Ciertamente, estaríamos ante un caso
extremo de prurito taxonómico, donde la obsesión del artista alemán por la
transcripción de las características de esta especie zoológica va más allá de
un realismo ’prefotográfico’ y nos sitúa, de lleno, en el análisis
hiperrealista siglos antes de que apareciese el hiperrealismo como movimiento o
categoría artística. De hecho, en el presente caso, la imitación de la realidad
natural alcanzó cotas tan excelsas que muy pronto Liebre Joven se
convirtió en modelo de copias e imitaciones, ninguna de las cuales pudo
rivalizar con el original, aunque algunas –como las liebres pintadas por Hans
Hoffmann en el siglo XVI– alcanzaron un alto nivel artístico. Se trata, sin
duda, de la más famosa obra artística protagonizada por un lepórido de toda la
historia del arte. Formó parte de la magna exposición Durero. Obras maestras
de la Albertina organizada en el Museo del Prado en 2005.
El segundo lepórido al
que haremos mención en este artículo es la liebre –muerta– que compartió con
Joseph Beuys (Krefeld, 1921-Düsseldorf, 1986) su performance Wie man
dem toten Hasen die Bildër erklärt –‘Cómo explicar los cuadros a la liebre
muerta’, 1965–.
Se trata en esta ocasión de una obra artística perteneciente a la época de la
historia del arte contemporáneo en la que la idea, el concepto, pasa a estar en
el centro de la creación artística (Guasch, 2000). El 11 de noviembre de 1965,
Beuys, vestido con un traje de fieltro, con un pie también envuelto en fieltro
y una chapa de cobre atada a su tobillo que le hacía cojear, y recubierta la
cara con miel y polvo de oro, se travistió de estatua viviente que paseaba por
el interior de la Galería Alfred Schmela de Düsseldorf (Alemania), o se sentaba
a ratos en una silla en un rincón junto a la puerta de entrada o permanecía otros
ratos de pie junto a un tronco de abeto situado en el centro de la galería,
siempre portando en sus brazos y susurrando palabras a una liebre muerta
durante las tres horas que duró la performance, que pasó inmediatamente a la
historia del arte [Fig. 2]. El público –entre confundido, sorprendido,
excitado y francamente estupefacto– fue pieza fundamental de la acción
artística (Lampkin, 2016).
En agosto de 1969, la
artista y profesora de escultura Ursula Meyer (Hannover, 1915-Nueva York, 2003)
visitó a Joseph Beuys en su casa de Düsseldorf y allí le entrevistó y habló
largo y tendido con él. En relación con la obra que aquí se comenta, Beuys le
dijo:
Llevé
a la liebre muerta a los cuadros y le expliqué todo lo que había que ver. Le
dejé que tocara los cuadros con las patas y mientras tanto le hablaba de ellos…
Se lo expliqué porque no me gusta explicárselo a la gente. Por supuesto, hay
algo de verdad en ello. Una liebre comprende más que muchos seres humanos con
su obstinado racionalismo… Le dije que le bastaba con escudriñar el cuadro para
comprender lo que es realmente importante en él. La liebre probablemente sabe
mejor que el hombre que las direcciones son importantes. Sabes que la liebre
puede girar en un instante. Y en realidad no se trata de otra cosa (Meyer,
1970).

Fig. 2: Joseph Beuys sentado
susurra a una liebre muerta durante la representación artística Wie man dem
totem Hasen die Bildër erklárt (11 de noviembre de 1965, Galería Alfred
Schmela, Düsseldorf, Alemania). Reproducido de https://historia-arte.com/obras/como-explicar-arte-a-una-liebre-muerta.
De esta forma, Beuys asumía el papel de
chamán, «de hechicero con potestad de curar y salvar a una sociedad que él
consideraba muerta» (Guasch, 2000, p.151).
El tercer y último caso que queríamos
comentar en este apartado es el famoso conejo albino transgénico Alba,
ser vivo convertido en la obra artística GFP Bunny (2000) [Fig. 3],
al ser la plasmación biológica de una idea artística concebida por el artista
brasileño Eduardo Kac (Río de Janeiro, 1962–) y generada en un laboratorio de Aviñón
(Francia) con la colaboración del artista y promotor cultural Louis Bec y de
los biólogos Louis-Marie Houdebine y Patrick Prunet (Kac, 2007).
La concepción de esta singular pieza de ‘arte
transgénico’ supuso integrar la información genética que codifica para una
variedad de la proteína verde fluorescente
–eGFP, de enhanced green fluorescent protein; la variedad natural se
expresa en la medusa Aequorea victoria y codifica para una proteína que
emite fluorescencia en el rango del verde dentro del espectro de luz visible–
en el genoma del conejo. Con vistas a conseguir tal fin, se utilizó la
tecnología para la generación de organismos modificados genéticamente
introducida y puesta a punto en ratones por Mario Capecchi, Martin Evans y
Oliver Smithies en la década de 1980 –motivo por el que compartieron el premio
Nobel de Medicina o Fisiología de 2007–.

Fig. 3: El bioartista Eduardo
Kac coge en brazos a la conejita fluorescente Alba, componente esencial
del más icónico proyecto artístico del bioarte, GFP Bunny (2000).
Reproducido del espacio web propio del artista:
https://www.ekac.org/gfpbunny_essay.html.
Antes y después de GFP Bunny, se
han generado infinidad de modelos transgénicos de animales a los que se han
incorporado distintas variantes de GFP y de otras proteínas fluorescentes,
cuyos descubridores y primeros desarrolladores –Osamu Shimomura, Martin Chalfie y Roger
Y. Tsien– compartieron el premio Nobel de Química
en 2008. Sin embargo, sólo GFP Bunny es reconocido como obra artística;
de hecho, es «la manifestación artística más conocida del bioarte» (López del Rincón,
2015, p. 95). El concepto de GFP Bunny como obra artística por Eduardo
Kac supuso, pues, el empleo de tecnologías biológicas sofisticadas de última
generación, pero también la documentación e inclusión del diálogo público
generado por el proyecto y la integración en un medio ambiente social de este
ser vivo, que
–por su condición de transgénico– hubo de permanecer confinado toda su vida. Aunque
Alba murió a mediados de 2002 (Philipkoski, 2002), GFP Bunny ha
seguido generando abundante literatura. El mismo año de presentación de la obra
artística viva, Art Journal le dedicaba un artículo (Becker, 2000). El propio
bioartista describió la génesis de esta obra de arte transgénico y discutió las
implicaciones teóricas y prácticas de la creación de un ‘nuevo mamífero’ en el
contexto del arte (Kac, 2002, 2003). En el vigésimo aniversario de GFP Bunny,
Eduardo Kac revisó lo que supuso su incorporación en la historia del arte y las
múltiples formas en la que la obra ha sido apropiada por la cultura pop,
transformada e incorporada en novelas, juegos de ordenador, películas y
telefilms (Kac, 2020).
3.
(Bio)artistas que usan el cuerpo vivo como soporte de su arte
El body art –arte corporal o arte del cuerpo– surgió con fuerza casi simultáneamente
en Europa y América a finales de la década de 1960, reivindicando el cuerpo
como lugar y medio de expresión artística (Fernández Consuegra, 2015). Como
puntualiza Anna María Guasch:
Aunque
enmarcado en el proceso de la desmaterialización del arte, el arte corporal
puede considerarse deudor de ciertas actividades previas a este proceso, tanto
procedentes del campo de la pintura y la escultura (Yves Klein, Piero Manzoni),
del happening (Grupo Gutaï, Alan Kaprow, John Cage, George Brecht, Wolf
Vostell) y de las acciones Fluxus (Guasch, 2000, p. 81).
En este punto, conviene
recordar que el arriba mencionado Joseph Beuys fue uno de los primeros
asociados con el movimiento artístico Fluxus, como también lo fueron Nam June
Paik y Yoko Ono, entre muchos otros. Suele citarse la constitución en 1965 del Wiener
Aktionsgruppe –Accionismo
vienés– como fecha de arranque del body art
europeo. Günter Brus, Otto Muehl, Hermann Nitsch y Rudolf Schwarzkogler se
encuentran entre sus más destacados representantes. Por su parte, la práctica y
la reflexión en torno al cuerpo como lugar y medio de expresión artística en
Estados Unidos conoció una primera oleada de destacados representantes del body
art, entre los que se encuentran artistas de la talla de Vito Acconci,
Dennis Oppenheim, Bruce Nauman y Chris Burden (Guasch, 2000; Fernández
Consuegra, 2015). Pronto se unieron más artistas a las investigaciones del
cuerpo y sus límites como medio de expresión artística: Yayoi Kusama, Bruce
Mclean, Eleanor Antin, Peter Weibel, Michel Journiac, Gina Pane, Charles Ray,
Orlan, Hanna Wilke, Carolee Schneemann, Ulay y la Premio Princesa de Asturias
de las Artes 2021 Marina Abramovic (Guasch, 2000; Jones y Warr, 2000), entre
otros.
Con la emergencia contemporánea
del bioarte han surgido nuevos procedimientos de intervención sobre el propio
cuerpo, extendiendo sus límites como espacio de expresión artística. En el
presente artículo nos limitaremos a comentar tres obras destacadas del bioarte,
realizadas por la antes mencionada Orlan, el bioartista Stelarc y el dúo de
bioartistas Art Orienté Object.
La francesa Orlan (Saint-Étienne,
1947–) pasó a practicar bioarte en los
primeros años del presente siglo. En 2007, Orlan fue invitada a realizar una
estancia en el laboratorio SymbioticA de la Universidad de Perth en Australia,
dirigido por Oron Catts e Iona Zurr, donde se familiarizó con las técnicas de
cultivos de tejidos de mamíferos, con la colaboración del técnico de bioarte
Jens Hauser. La propia artista comenta que el filósofo Michel Serres (Agen, 1930-París,
2019) en el prefacio de su libro Tiers-intruit (1991) cuenta que el
Arlequín, tras quitarse poco a poco todas sus capas de ropa de patchwork
durante una gira mundial, presenta una piel también en forma de patchwork.
Orlan confiesa que esta lectura le resultó inspiradora y configuró su propuesta
de trabajo para su estancia en el laboratorio SymbioticA. En primer
lugar, organizó una performance, que tituló Biopsie (2007), que incluía
una intervención médica. Orlan yacía envuelta en un traje de arlequín en una
cama de hospital con sábanas de terciopelo y satén. Mientras la cirujana Fiona
Wood le practicaba una incisión en forma de rombo en el pliegue inguinal con
anestesia local, Orlan leía pasajes del libro de Serres. Tras la intervención
quirúrgica, Orlan procedió a montar la instalación Le manteau d’Arlequin,
obra en progreso desde 2007, en la que combina proyecciones de vídeo de las
células de la artista recogidas durante la representación de Biopsie y
combinadas con las de otras líneas celulares humanas y animales, placas de
Petri y un biorreactor que permite el cultivo in vitro de estas células.
Orlan creó este trabajo con Jens Hauser, incluyendo un biorreactor transparente
que simulaba la cabeza del Arlequín, mostrando el líquido rojo que nutría las
células y los tres polímeros a los que estaban unidas. Dentro del abrigo de
plexiglás fluorescente de Arlequín, con un lado amarillo fluorescente y el otro
rojo, había placas de cultivo. Según su autora, esta instalación explora la
fragilidad de la vida mostrando células vivas, muertas o moribundas, y
proyecciones que representan las células en estos diferentes estados.
Art
Orienté object es un dúo artístico
creado en París en 1991 por Marion Laval-Jeantet (Neuilly, 1969–) y Benoît Mangin. En su espacio web,
el dúo se presenta así:
Con
un enfoque decididamente interdisciplinar, su objetivo es ampliar
constantemente la capacidad del arte para comunicar de forma no verbal. A
través de experimentos antropológicos, ecológicos y biotecnológicos, buscan
comprender los límites de su propia conciencia. Ya sea a través de la tradición
bwiti de los pigmeos, de experimentos de meditación o de una inyección de
sangre de caballo, su objetivo es ir más allá de su propia comprensión del
mundo y poder transmitir la visión «gran angular» nacida de esta experiencia[3].
En un artículo publicado
en 2011, firmado por Marion Laval-Jeantet, la bioartista explica algunos
de los proyectos artísticos desarrollados por el dúo hasta la fecha y señala
que dichos proyectos artísticos «proponen una ampliación de la definición de
conciencia humana mediante un intento de percibir lo extrahumano, lo animal en
particular» (Laval-Jeantet, 2011). En el mencionado artículo, la bioartista
expone detalladamente el largo proceso de concepción, preparación y desarrollo
de su obra artística más extrema y famosa, la performance Que le
cheval vive en moi! (2011), que tuvo lugar en la Kapelica Gallery de
Ljubljana (Eslovenia) el 22 de febrero de 2011 [Fig. 4]. La sala donde
se llevó a cabo la performance simulaba una sala de operaciones ambulatorias,
con una camilla, dos mesas móviles y diverso instrumental médico. En frente de
este ‘escenario’, unas cuarenta personas asistieron a la representación
sentados y en silencio. Un médico o enfermero inyectó plasma ‘depurado’ de
caballo en una vena del brazo derecho de Laval-Jeantet, sentada sobre la
camilla. Tras la ‘transfusión’, Laval-Jeantet permaneció recostada durante unos
10 minutos sobre la camilla, tras lo cual irrumpió un caballo llevado por el
bozal por una cuidadora. Entonces, Laval-Jeantet se incorporó de la camilla y
se acercó al caballo hasta establecer contacto físico con él. A continuación,
la artista se montó sobre un artilugio a modo de patas de caballo ortopédicas,
incluyendo unas pezuñas protésicas, y –de esta forma ataviada– caminó junto al
caballo durante un rato por el perímetro de la sala (Meiller, 2020). La obra
artística incluyó la posterior extracción de sangre ‘hibrida’ de la artista,
sangre que fue inmediatamente liofilizada y posteriormente almacenada en dos
contenedores de aluminio grabados. La artista declaró:

Fig. 4: Instantánea del vídeo
que May the Horse Live in Me, que documenta la performance Que
le cheval vive en moi! (2011), que tuvo lugar en la Kapelica Gallery de
Ljubljana (Eslovenia) el 22 de febrero de 2011. Ganador del premio VIDA 14.0 de
la Fundación Telefónica. Reproducido de YouTube.: https://www.youtube.com/watch?v=Awz4w22tFHw
Me
fue prácticamente imposible dormir durante una semana, y saltaba un metro ante
cualquier estímulo ligeramente agresivo: un portazo, un golpecito en el hombro…
Así pude experimentar en mis carnes la hiperreactividad del caballo
(Laval-Jeantet, 2011, p. 28).
Ejemplo radical del
bioarte biomedial, en la terminología introducida por López del Rincón
(2015, pp. 20-23), Que le cheval vive en moi! tuvo una prolongada fase
de preparación. Durante la misma, la artista se sometió a un tratamiento previo
para evitar un posterior rechazo inmunitario y el peligro de sufrir un choque
anafiláctico. Laval-Jeantet concluía su artículo de 2011 con las siguientes
palabras:
Esta
actuación puede parecer demasiado radical. Pero los riesgos están calculados, y
aunque también puede ser interesante desde un punto de vista científico, para
mí representa una experiencia profundamente sensorial capaz de cambiar mis
ideas artísticas. ¿Y quién sabe? Quizá su fuerza empírica y simbólica permita
que mi (¿nuestra?) conciencia se abra a un Otro lo suficientemente «otro» como
para dejar de ser puramente antropocéntrico. Tal vez se trate de un paso
sensible hacia una posthumanidad capaz de alcanzar el pensamiento de una
montaña, por utilizar la imagen querida por Arne Naess, empezando por el de un
caballo... (Laval-Jeantet, 2011, p. 29).
Stelios Arcadiu (Limasol,
1946–), de nombre artístico Stelarc, es
posiblemente el más conocido bioartista que aboga por explorar las
posibilidades cibernéticas y biotecnológicas del transhumanismo, ese movimiento
cultural –y en algunos casos ideológico– que sostiene que los seres humanos
tenemos la capacidad de transformarnos en seres con capacidades expandidas, en ‘posthumanos’
(Diéguez, 2017). Buena parte de la obra artística de Stelarc la construye en su
propio cuerpo bajo la premisa de que el cuerpo humano ha quedado obsoleto. Esta
premisa es también fundamento teórico de sus más de dos docenas de performances
en las que su cuerpo quedaba suspendido con ganchos metálicos que atravesaban
su piel. En palabras del propio artista:
Las
suspensiones son experimentos de sensaciones corporales, expresadas en
diferentes espacios y en diversas situaciones. No son acciones para la
reinterpretación, ni requieren ninguna explicación. no pretenden generar ningún
significado. Más bien son lugares de indiferencia y estados de borrado. El
cuerpo está vacío, ausente a su propio organismo y obsoleto (Stelarc, 2019, p.
10).
De sus obras, el proyecto
artístico que queremos comentar en este artículo es Ear on Arm –comenzado en 2006 y en progreso–. La aspiración de Stelarc de trascender
su biología humana con la adquisición de una tercera oreja ha superado hasta la
fecha dos fases. En la primera se le hizo un implante de silicona en su brazo
izquierdo. Después de un tiempo de recuperación, se le insertó una pieza de
polietileno poroso en forma de oreja en el mismo lugar en el que inicialmente
se le hizo el implante de silicona. Esta operación quedó documentada con
registros fotográficos de Nina Sellars en la serie fotográfica Oblique:
Images from Stelarc’s Extra Ear Surgery, que formó parte de la exposición Art
& Science: Merging Art & Science to Make a Revolutionary New Art
Movement, comisariada por Arthur I. Miller que tuvo lugar en la GV Art
Gallery de Londres del 8 de julio al 24 de septiembre de 2011.

Fig. 5: Ear on Arm Suspension
(2012), performance que tuvo lugar en Galerías Scott Livesey de Melbourne
(Australia) en 2012. Reproducido de (Stelarc, 2019). Disponible en.:
http://stelarc.org.
Esa exposición fue comentada en un
artículo publicado ese mismo año en el British Medical Journal (Carter,
2011) y jugó un papel clave en la actual consideración del sci-art y del
bioarte en particular como una genuina vanguardia artística (Miller, 2014)
Estaba previsto que paulatinamente el material bioinerte de este implante sería
sustituido por sus propias células. En una segunda fase del proyecto, se
pretendía añadir un micrófono miniaturizado en la nueva ‘oreja’ que permitiría
una conexión sin cables a Internet,
de forma que gente de todo el mundo pudiera escuchar los sonidos generados en
el contexto corporal de Stelarc. Esta propuesta fue la base de la instalación
interactiva Internet Ear (2010), comisionada para la exposición Biotopia:
Art in the wetzone organizada por el Museo Kunsten de Arte Moderno de
Aalborg (Dinamarca) del 16 de octubre de 2010 al 9 de enero de 2011. Posteriores
funciones añadidas permitirían también al bioartista recibir los sonidos
enviados por Internet. El primer intento en esta dirección fracasó a causa de
una infección que obligó a retirar el micrófono. La más reciente suspensión del
cuerpo de Stelarc tuvo lugar en la performance Ear on Arm Suspension
(2012), una extensión del proyecto artístico Ear on Arm, que tuvo lugar
en las Galerías Scott Livesey de Melbourne, Australia, en 2012 [Fig. 5].
4.
(Bio)artistas que hacen arte reflexionando sobre el concepto de vida
Si algo tienen en común todos los
artistas que practican el bioarte es la reflexión acerca del concepto de vida y
sus límites. Por tanto, cualquier bioartista podría ser seleccionado en este
apartado del artículo. Por motivos de disponibilidad de espacio, sólo
mencionaremos tres ejemplos correspondientes a tres de los más importantes
pioneros del bioarte, a los que sumaremos el caso de un artista que no se
define como bioartista pero que tiene una obra icónica sobre la Tierra como
planeta vivo.
Una
de las más destacadas pioneras del bioarte es, sin duda, Suzanne Anker (Brooklyn,
1946–), fundadora del primer laboratorio de
BioArte en un Departamento universitario de Bellas Artes en Estados Unidos –BFA Fine Arts Department at School of
Visual Arts, New York City–, académica estudiosa del bioarte y bioartista de primera
línea. Autora de una extensa bibliografía sobre bioarte, fue coautora del texto
fundamental sobre la reflexión e historia de los primeros años del bioarte (Anker y Nelkin, 2004), muy
significativamente publicada por una editorial científica. En su obra
artística, siempre en la intersección del arte con la biología desde la década
de 1990, ha hecho uso de gran variedad de medios: esculturas digitales,
instalaciones, fotografía a gran escala, proyección de vídeos, cultivos en
placas de Petri, cultivos de plantas bajo condiciones controladas de
iluminación y plantas modificadas genéticamente. El ejemplo escogido en el
presente artículo es su proyecto artístico en marcha Astroculture –desde
2009–, en el que hace germinar semillas de plantas sin usar pesticidas y bajo
condiciones controladas de iluminación. Una versión de este proyecto, Astroculture
(Eternal Return), formó parte de la exposición colectiva The Value of
food: Sustaining a Green Planet (2015) en la catedral de san Juan el Divino
de Nueva York y de la exposición individual 1.5° Celsius en el Museo de Arte Everson, Syracuse,
Nueva York, en 2019. En la presentación de esta última exposición, se comenta:
1,5°
Celsius hace referencia al aumento previsto de la temperatura entre 2030 y 2052
si el calentamiento global continúa a su ritmo actual y el mundo no toma
medidas significativas para revertir el aumento, según un informe de las
Naciones Unidas publicado el 7 de octubre de 2018. Este cambio sutil pero
sustancial de la temperatura tendrá implicaciones sísmicas para el cambio
climático, la extinción de especies y la degradación tóxica. Las
investigaciones de Anker sobre estas cuestiones fomentan un pensamiento crítico
e ilustrado sobre las formas en que los seres humanos han alterado la
naturaleza en el pasado y deberán alterarla en el siglo XXI.[4]
Otro de los más
destacados pioneros del bioarte es Joe Davis (1950–), investigador asociado al Departamento
de Biología del MIT –Massachusetts Institute of Technology– y del Laboratorio
George Church del Colegio Médico de Harvard. Como Anker, es autor o coautor de
una extensa bibliografía sobre bioarte, de la que destaca una muy citada
revisión general sobre bioarte publicada en la revista científica Trends in
Biotechnology (Yetisen et al., 2015). En 1986, colaboró con el
genetista Dan Boyd para codificar un símbolo de la vida y la feminidad en una
bacteria E. coli. La obra, llamada Microvenus (1986), fue la
primera obra de arte que utilizó las herramientas y técnicas de la biología
molecular y, de hecho, está considerada la primera ‘molécula de DNA artística’
de la historia del arte. El propio Joe Davis firmó un artículo publicado en Art
Journal en 1996 describiendo la obra Microvenus en su décimo
aniversario, explicando su diseño y generación y explorando algunas de sus
implicaciones para el arte (Davis, 1996). Partiendo de un icono gráfico –consistente
en tres segmentos de recta– idéntico a una antigua runa germánica y que puede
ser considerado una representación esquemática de una vista exterior de los
genitales femeninos humanos, creó una versión mapeada en bits consistente en
una secuencia 5x7 de ceros y unos, que posteriormente fue traducido al lenguaje
del DNA, generando así un polinucleótido que pudo ser sintetizado in vitro
e insertado en el cromosoma de la bacteria E. coli mediante el uso de la
tecnología del DNA recombinante [Fig. 6]. De esta forma, se consiguió
expresar una cepa bacteriana que contenía codificado en su genoma la secuencia
de DNA producto de la doble traducción previamente hecha desde el icono
gráfico.

Fig. 6: Doble traducción del icono al código binario, y de este a una
secuencia de DNA en el diseño de la obra Microvenus (1986) de Joe Davis.
Reproducido de (Panda et al., 2018), disponible en el dominio público de
Europe PMC. © Springer-Verlag GmbH Germany, part of Springer Nature
2018.
El tercer ejemplo de
bioarte en este apartado viene de la mano del dúo artístico formado por Christa
Sommeres (1964–)
y Laurent Mignonneau (1967–),
autores de obras icónicas del ‘arte de los nuevos medios’ e incansables
exploradores de las conexiones entre el arte y la vida. En particular, este dúo
ha explorado las posibilidades de aplicación de los principios de la vida
artificial en el arte (Langton, 1986). Su primera producción artística en esta
línea fue ideada en colaboración con el biólogo Tom Ray en 1993, dando lugar
a la instalación computerizada
interactiva A-Volve (1994), en la que los visitantes pueden interactuar a
tiempo real con criatura virtuales que viven en un estanque En A-Volve
las criaturas virtuales pueden nacer de dos formas: como consecuencia de la
decisión de los visitantes, que pueden tocar pantallas táctiles para ello, o
por apareamiento e intercambio genético de dos ‘criaturas’ parentales. Por su
parte, estas criaturas virtuales pueden morir de tres formas distintas: de
hambre (por no haber conseguido suficiente energía predando a otras ‘criaturas’),
de muerte ‘natural’ (por haber alcanzado su máximo tiempo de ‘vida’) o siendo
depredadas por otras ‘criaturas virtuales’ del mismo ‘ecosistema’. La
instalación y su impacto en la exploración artística de la vida artificial en
entornos virtuales fueron ampliamente descritos por sus autores en un artículo
publicado en la revista científica Complexity (Sommerer y Mignonneau,
1997).
Para terminar, queremos
mencionar Gaia (2018) [Fig. 7], una obra emblemática del artista
Luke Jerram (1974). Se trata de una instalación que consta de un globo de 7
metros de diámetro donde se reproduce fielmente la vista de la superficie de la
Tierra creada a partir de imágenes detalladas con resolución de 120 dpi tomadas
por la NASA acompañada de una música especialmente compuesta por Dan Jones para
la ocasión. Gaia se recontextualiza permanentemente en función del lugar
donde se exhibe. Cuando se presenta colgada en interiores, la obra gira
lentamente, permitiendo a los visitantes el ver nuestro planeta flotando en
tres dimensiones.

Fig. 7: Gaia (2018,) de Luke Jerram, colgando en el interior
de la Frauenkirche de Dresde (Alemania). Fotografía de Christian Gerbhart, con
licencia Creative Commons.
La instalación quiere
reproducir en el público la sensación del efecto de visión general que
los astronautas de las misiones Apolo VIII –autores de la famosísima fotografía
Earthrise, tomada el 24 de diciembre de 1968– a Apolo XVII –autores de
la más famosa vista de la Tierra, The Blue Marble, tomada el 7 de
diciembre de 1972– tuvieron al contemplar nuestro planeta-hogar desde el
exterior a suficiente distancia para tener una visión global del mismo (White,
1987). El objetivo de su instalación
Gaia es recrear el ‘efecto de visión general’ y con él provocar un sentimiento
de admiración por el planeta, una profunda comprensión de la interconexión de
toda la vida y un renovado sentido de la responsabilidad en el cuidado del
medio ambiente. Por ello, aunque Jerran no es un bioartista, esta obra
particular conecta con las profundas reflexiones sobre la vida propias del
bioarte. En este sentido, la instalación de Gaia en determinados
interiores emblemáticos impregna a la obra de un valor conceptual y estético
añadido, en conexión con el discurso de los neobarrocos. De hecho, contemplarla
en entornos del barroco histórico tan sugestivos como la Frauenkirche de
Dresde supone establecer un vínculo invisible, pero no por ello menos presente,
con lo imaginario que le hace aparecer como una visión conclusiva de la
cosmovisión de toda una época, cuya obsesión no fue otra que la de nacer, vivir
y morir mirando al cielo.
5. Conclusiones
El bioarte se ha convertido, al menos en
sus versiones más radicales, en una auténtica vanguardia artística de nuestros
tiempos (Miller, 2014, p.341), que ha generado ya una abundantísima literatura.
En lengua española, destacan las monografía de Natalia Matewecki, Daniel López del Rincón y Lucía Stubrin (Lópaz
del Rincón, 2015; Matewecki, 2014; Stubrin, 2021), así como otras
contribuciones de menor extensión (entre las cuales, Albelda y Pisano, 2014; Beltrán-Luengas,
2022; Costa 2014; Massara, 2013; Pérez y Caruso, 2025; Punín, Maldonado y
Cuenca, 2021). Sin embargo, todavía queda mucho por hacer y por escribir
contextualizando el bioarte y los bioartistas en sus relaciones de recíprocas
influencias con otros movimientos artísticos y con la historia del arte.
Este trabajo pretende
contribuir a esta ingente labor apuntando a modo de esbozos algunos ejemplos de
relaciones y correspondencias de destacados bioartistas y obras singulares del
bioarte con otros artistas y movimientos. Para la ocasión, se ha optado por
escoger unos pocos ejemplos en función de su carácter ejemplar. Somos
conscientes de las limitaciones que estas dos restricciones imponen a nuestra
contribución y en particular del efecto ‘sesgo’ que la selección de ‘casos
ejemplares’ introduce en cualquier trabajo. Pues, aunque creemos que
justificamos adecuadamente la selección hecha, no es menos cierto que podrían
haberse presentado otras selecciones de ‘casos ejemplares’ con justificaciones
igualmente adecuadas.
Para compensar de alguna
manera ese inevitable efecto de sesgo, creemos haber conseguido una
aproximación genuinamente original a la reflexión en torno a la vida como arte
y el arte como vida en las tres secciones que configuran el núcleo del presente
trabajo. Tras una breve introducción, la primera de estas tres secciones
yuxtapone y pone en diálogo la obra más popular de bioarte, GFP Bunny,
con otras dos obras artísticas en las que unos lepóridos tienen un papel clave
en dos obras de dos geniales artistas, Alberto Durero y Joseph Beuys,
representantes de dos momentos diferenciados de la historia del arte. Alba,
la conejita que emitía luz fluorescente verde, el ser vivo que fue elevado a la
categoría de obra artística por su creador, Eduardo Kac, murió en 2002, pero la
obra de arte GFP Bunny permanece más ‘viva’ que nunca y para siempre. En
la tercera sección de este artículo conectamos el movimiento del body art,
a través del puente representado por Orlan (una artista del cuerpo que a partir
de un momento pasó a practicar bioarte), con la obra radical de bioartistas que
crean sobre su propio cuerpo, con la intención de trascender su propia
especificidad como humanos; en el caso de Marion Laval-Jeantet mediante
la transfusión de plasma de caballo a la que se sometió en la performance
Que le cheval vive en moi!, y en el caso de Stelarc a través de su
aspiración transhumananista de superar su propio cuerpo humano obsoleto.
Finalmente, en la cuarta sección de este artículo escogemos tres obras
artísticas esenciales de auténticos pioneros del bioarte y los conectamos con
la obra Gaia de Luke Jerram, un artista que no milita en el movimiento
del bioarte pero que con esa obra propone desde el arte una profunda reflexión
sobre la vida y sobre la Tierra como un planeta vivo (Lovelock, 1988; Jabr,
2024). Confiamos en que nuestra propuesta contribuya a abrir nuevas vías de
estudio y reflexión acerca de las profundas conexiones entre arte y biología,
entre la obra artística y la vida, entre la historia del arte y la historia
evolutiva de la vida en nuestro hermoso planeta azul y en nuestro universo.
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