LA
NATIVIDAD DEL MUSEO DE BELLAS ARTES DE VALENCIA
ANÁLISIS NARRATIVO DE LA TABLA ATRIBUIDA A JOAN DE BORGONYA (DOC.
1496-1525)
THE NATIVITY OF THE MUSEO DE BELLAS ARTES DE VALENCIA
NARRATIVE ANALYSIS OF THE PANEL
ATTRIBUTED TO JOAN DE BORGONYA (DOC. 1496-1525)
Araceli Moreno Coll (Universitat
de València)
Recibido: 03 de diciembre 2024/ Aceptado:
24 de enero 2025
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Resumen:
En este texto, se propone
realizar un análisis iconográfico e iconológico de la tabla de la Natividad
del Museo de Bellas Artes de Valencia (84/2023). Esta obra, atribuida a Joan de
Borgonya (doc. 1496-1525), fue adquirida por la Generalitat Valenciana en una
subasta organizada por Setdart (Barcelona) el 7 de marzo de 2023. La escena
principal representa a la sagrada familia, un tema ampliamente desarrollado en la
pintura religiosa. Sin embargo, un examen detenido de la composición revela una
estructura visual compleja. El espectador se adentra en un intrincado laberinto,
donde arquitecturas, escenas secundarias, paisajes y motivos ornamentales van
más allá de una mera función decorativa. Estos detalles encierran significados
profundos y narrativos que requieren una análisis más completo para ser
plenamente comprendidos. A pesar de la relevancia de esta obra dentro del
corpus pictórico renacentista de la Corona de Aragón, hasta el momento no se ha
publicado ningún estudio que aborde exhaustivamente cada uno de los elementos
representados en la pintura. Para desentrañar el mensaje subyacente, este
trabajo adopta un enfoque metodológico que combina la observación directa con
el análisis de diversas fuentes textuales. El objetivo es interpretar el significado
que el artista o su comitente desearon transmitir, un mensaje teológico centrado
en la salvación de la humanidad a través del sacrificio, la penitencia y la fe
en Dios.
Palabras
clave: Renacimiento; Iconografía;
Iconología; Natividad; Religión; Siglo XVI
Abstract: This paper proposes
an iconographic and iconological analysis of the Nativity panel from the
Museum of Fine Arts of Valencia (84/2023). This work, attributed to Joan de
Borgonya (doc. 1496–1525), was acquired by the Generalitat Valenciana at an
auction organized by Setdart (Barcelona) on March 7, 2023. The central scene
depicts the Holy Family, a theme widely explored in religious painting.
However, a close examination of the composition reveals a complex visual
structure. The viewer is drawn into an intricate labyrinth where architectural
elements, secondary scenes, landscapes, and ornamental motifs go beyond mere
decoration. These details contain profound narrative and symbolic meanings that
require a more in-depth analysis to be fully understood. Despite the
significance of this work within the Renaissance pictorial corpus of the Crown
of Aragon, no study has yet been published that comprehensively examines each
of the elements represented in the painting. To unravel its underlying message,
this study adopts a methodological approach that combines direct observation
with the analysis of various textual sources. The objective is to interpret the
meaning intended by the artist or his patron, a theological message centered on
the salvation of humanity through sacrifice, penance, and faith in God.
Keywords: Renaissance; Iconography;
Iconology; Nativity; Religion; 16th Century
Cómo citar este
artículo:
Moreno
Coll, A. (2025 La Natividad del Museo
de Bellas Artes de Valencia. Análisis narrativo de la tabla atribuida a Joan
de Borgonya (doc. 1496-1525). Revista Eviterna, (17), 92-
/ https://doi.org/10.24310/re.17.2025.20921
1. Introducción
Son pocos los datos que conocemos sobre el origen y formación de Joan
de Borgonya (doc. 1496-1525).[1] Se piensa
que era hijo de un platero de Estrasburgo (Garriga, 1998, pp. 175-177; 2001,
pp. 121-180) y que pasó un tiempo en Italia. Su estancia en este territorio se
sugiere por un retrato que lleva la firma «Johannes Burgundi» (Keresztény
Múzeum, Esztergom, Hungría) y por la huella de modelos desarrollados por
artistas de Padua y Venecia en su trabajo (Velasco, 2024).[2] Tras
esta supuesta estancia, residió en la Península Ibérica hasta su fallecimiento.
En 1496, contrajo matrimonio y vivió en Orihuela (Alicante) (Nieto, 1984, p.
67). Existen documentos que lo sitúan trabajando en Valencia entre 1502 y 1509
(López y Samper, 2006, pp. 136-139). En esta ciudad, firmó en 1503 un contrato con
el gremio de armeros para realizar un retablo dedicado a san Martín, aunque no
llegó completarlo. No obstante, se conservan otros encargos suyos o atribuidos,
como las tablas con escenas de san Andrés pintadas para la iglesia del Milagro que
hoy decoran la capilla del Pilar de la catedral de Valencia (Gómez-Ferrer,
2011).
Después de este breve tiempo, se trasladó a
Cataluña donde continuó desarrollando su producción artística, concentrándose especialmente
en Barcelona y Gerona (Muñoz, 2006, pp. 307-321). Fue precisamente en esta
última ciudad donde adquirió el nombre de maestro de san Félix, en alusión al
retablo mayor que realizó en 1519 para la colegiata de sant Feliu (Garriga,
1998a, pp. 55-61; Ruiz y Yeguas, 2016, pp. 20-21). Su estilo, distintivo en
algunas tablas, marcado por la impronta del renacimiento italiano y flamenco,
ha resultado clave para la identificación de nuevas atribuciones. Asimismo,
recientes adquisiciones han permitido profundizar el conocimiento de su legado (Velasco, 2023).[3]
En este contexto, la Generalitat Valenciana
compró en una subasta realizada por Setdart el 7 de marzo de 2023 la Natividad
que se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Valencia [Fig. 1]. Según el
informe realizado por el historiador Alberto Velasco (2023) para la citada
galería de arte y antigüedades, la tabla (129,5x92,5 cm) formó parte de un
retablo pintado entre 1485 y 1505 por el citado maestro. Dicha atribución se
sustentó en la repetición de determinados rasgos estilísticos observables en
otras de sus obras como, por ejemplo, la Virgen con el Niño y san Juanito
del Museu Nacional d’Art de Catalunya (Barcelona, 005690-000).[4] En ambas
se constata el gusto por la representación de motivos ornamentales
grecorromanos, grisallas, arquitecturas clásicas o escenas distribuidas en
planos que van serpenteando a los ojos del espectador.
Además, en esta obra, al igual que en la
anterior, se usó madera de roble como soporte. Según Velasco (2024, pp. 29-31), este material era poco común entre los pintores hispanos del
siglo XVI, siendo más recurrente
en artistas de tradición nórdica. No obstante, como sugiere, su uso se
documenta en Valencia desde el siglo XV. La misma elección de madera se observa
en la Anunciación (MNAC, 254234-000), también atribuida a Borgonya. Esto
lleva al investigador a suponer que las tres piezas fueron realizadas en el
mismo período de la trayectoria del maestro. Sin embargo, no se conocen los contratos de ninguna de estas obras
ni tampoco se han realizado exámenes científicos, como la reflectografía
infrarroja (IRR), que permitiría observar el dibujo subyacente. Por ello, no es
posible confirmar con certeza ninguna de estas tres atribuciones. Bosch y
Cornudella (2024) han publicado recientemente un estudio en el que sostienen
que las tablas no fueron realizadas por este maestro. En su lugar, las atribuyen
a un artista al que denominan «Pseudo-Borgonya». Según los investigadores, este
pintor estuvo activo en Cataluña y probablemente fue discípulo o colaborador de
Borgonya. Lo identifican con el maestro d’Estanyol, un pintor anónimo que
podría corresponder a Joan Bigorra.

Fig. 1: Natividad, c. 1485-1505, Joan de Borgonya (MBAV).
Fotografía: autor.
2.
Marco teórico y objetivos
Desde que la Natividad, atribuida a Joan
de Borgonya, salió al mercado de las subastas, se han publicados sobre ella dos
artículos. En el primero de ellos, Velasco (2023) estableció conexiones entre la
tabla y la obra de otros maestros, abordando de manera superficial su
complejidad narrativa. En el segundo estudio, el citado investigador (2024) analizó
en ella la influencia de los modelos italianos de Padua y Venecia, así como los
referentes con los que Borgonya pudo estar en contacto mientras trabajó en la
Corona de Aragón. Aunque en este último texto se profundiza más en el análisis
de la obra (pp. 7-13), aún queda margen para una exploración e interpretación mucho
más detallada.
El núcleo de la composición lo ocupa la sagrada
familia, cobijada entre los vestigios de una arquitectura de estilo clásico. A
su alrededor aparecen otros personajes, como pastores, ángeles o Dios Padre,
figuras que se repiten en otras pinturas, tal es el caso de la Adoración del
infante Jesús de Vicent Macip (MBAV, 64/2024). Sin embargo, la tabla de
Borgonya presenta numerosos elementos que requieren ser revisados en
profundidad. Para ello, el presente estudio adopta una metodología basada en un
enfoque iconográfico e iconológico. Se ha trabajado directamente con la obra a
través de la observación minuciosa, identificando cada asunto representado y su
relación con otras producciones contemporáneas. Además, el análisis se
complementa con fuentes textuales clave, como la Biblia, la Leyenda dorada,
el Libro de la vida de los santos y los Evangelios apócrifos, junto con
otros textos de referencia. De este modo, ha sido posible interpretar los
símbolos presentes en la tabla y esclarecer el mensaje que el artista buscó
transmitir.
3.
Resultados de la investigación
La tabla aborda el tema de la natividad, uno de los episodios más
significativos de la religión cristiana, que relata el nacimiento de Jesús en
Belén. Este hecho, descrito en los Evangelios de Lucas (2, 1-20) y Mateo (1, 18-25),
presenta al Niño en un humilde pesebre. Los ángeles anuncian la buena nueva a
los pastores, quienes son los primeros en acudir a adorarlo. Aunque el pasaje
en las fuentes canónicas se narra de manera sencilla, ha sido enriquecido por
los artistas a lo largo de la historia con elementos devocionales y
anecdóticos, apoyándose en los Evangelios apócrifos como el de Pseudo-Mateo,
entre otros. Es en este texto, por ejemplo, donde se menciona el buey y el
asno, animales que también representó Borgonya (Ps M 14). Su pintura desarrolla
una secuencia narrativa minuciosamente elaborada, en la que los detalles se
entrelazan para conformar una intrincada maraña visual cuyo significado
descubriremos progresivamente.
Iniciaremos la lectura desde la parte central e
inferior de la composición, donde descansa el Niño, rodeado por ángeles, la
Virgen y san José. En esta obra, el maestro reemplazó el tradicional pesebre, escenario
del nacimiento, por una arquitectura de la antigüedad clásica en ruinas. Este recurso,
adoptado por numerosos artistas para representar la natividad, la anunciación o
la adoración, responde a un claro valor metafórico (Linares y Mendoza, 2022, p.
188). Las edificaciones derruidas representan la caída del paganismo y el
triunfo de Cristo (Revilla, 2009, p. 584). En este entorno, Jesús aparece desnudo
sobre una tela blanca que forma parte del manto de su madre, confeccionado con
dos tejidos. Su cara externa, de color blanco, alude a la pureza y la virtud de
María, pero también fue símbolo de la verdad y la sabiduría (Sánchez, 2001, pp.
90-91). Por su parte, el rojo se vincula con la sangre y, por extensión, con la
muerte. El Niño manifiesta su naturaleza humana, marcando este momento como la
afirmación del principio fundamental del cristianismo. Del mismo modo, este
episodio nos guía hacia la comprensión del misterio trinitario de Dios y su
voluntad redentora, ofrecida al mundo a través del sacrificio de su Hijo
(Canals, 2003). Este se rodea de rayos de luz que enfatizan su procedencia
divina.
San José se encuentra arrodillado sobre los
restos de la basa de un edificio decorada con amorcillos [Fig. 2]. Estos
aparecen en pareja o en solitario, portando guirnaldas y moviéndose en
diferentes direcciones. Elementos similares fueron pintados por el maestro en
la tabla de la Anunciación del MNAC (Velasco, 2023). Estas criaturas
evocan las que decoran numeroso sarcófagos romanos, como el realizado en
pórfido en el siglo IV para el descanso eterno de santa Elena, madre de
Constantino (Museos Vaticanos, 238). Es especialmente relevante el uso del
color rojizo por parte de Borgonya para representar esta arquitectura. Este tono
podría asociarse con este material muy valorado por sus cualidades, como su
dureza y su color relacionado con la púrpura. La roca ígnea se empleó desde la
antigüedad para hacer columnas, obeliscos y estatuas, otorgando a sus
propietarios un estatus de poder y legitimación (Rodríguez Peinado, 2014, pp.
477-480). Por esta razón, su reutilización fue frecuente a lo largo de los
siglos.

Fig. 2: Natividad (detalle), c. 1485-1505, Joan de Borgonya (MBAV, 84/2023).
Fotografía: autor.
Delante de la basa se sitúan los restos de lo
que fue una columna decorada profusamente con grutescos (Chastel, 2000;
Gest, 2016, pp. 494-598). En ella se observa un estípite central con el torso
descubierto, cuyos miembros inferiores presentan un diseño de tipo vegetal. De
forma simétrica, emergen a cada lado otras figuras. Sin embargo, solo la del
medio sostiene una urna sobre su cabeza, similar a la que se muestra en una
estampa del italiano Perino del Vaga (circa 1501-1547), conservada en la
colección del Victoria and Albert Museum (Londres, E.1384-1897). Motivos decorativos
de inspiración clásica, representados también en grisalla, fueron empleados por
otros pintores, entre ellos los Hernandos. Estos artistas vinculados, al menos
uno de ellos, a una estancia en Italia (Benito, 1998). En ese contexto,
pudieron observar este tipo de ornamentación tanto in situ, en la decoración
arquitectónica, como en los trabajos de otros maestros.
Estos elementos llegaron asimismo a la
Península Ibérica mediante estampas, que difundieron modelos decorativos
posteriormente copiados o reinterpretados (Ferrer, 2014, pp. 41-42). Yáñez y
Llanos, por ejemplo, utilizaron estos diseños ornamentales en la tabla de la Presentación
de Jesús en el templo, perteneciente a las puertas del retablo mayor de la
catedral de Valencia (1507-1509). Resulta significativo que en esta tabla y en
la de Borgonya se perciba la mezcla de elementos renacentistas (como las hojas de
acanto o putti) con otros de raigambre islámico, como el manto que cubre
a la Virgen en la Natividad o las inscripciones árabes de la alfombra
del mencionado trabajo de los manchegos (Moreno, 2018, p. 243). Estos bienes
inmuebles pudieron ser usados no solo como recurso para aportar historicidad a
las escenas, sino también, por su suntuosidad, destacando con ellos la majestad
de los personajes o sus acciones (Moreno y Franco, 2024).
Sobre la columna se posa un pájaro con las alas
extendidas, un ave que puede interpretarse de diversas maneras (Levi d’Ancona,
2000, pp. 2001). Sin embargo, debido al color rojo de su cabeza, es probable
que se trate de un jilguero común o cardelina (Carduelis carduelis).
Este es uno de los animales más representados en el arte religioso desde el
siglo XIII, ya que se le considera un símbolo de la redención y del alma.
Además, junto con el petirrojo y el pinzón, prefiguran la Pasión de Cristo
(Charbonneau-Lassay, 1997, p. 533). Su ubicación sobre este elemento
arquitectónico, decorado con grutescos y situado delante de una procesión de putti
cargados con festones, resulta significativa. Alude al tránsito hacia la otra
vida (Gest, 2016, p. 512).
Detrás de san José se encuentran un grupo de
cinco pastores, cada uno realizando una acción diferente [Fig. 3]. Esto
da lugar a una atmósfera dinámica y cargada de narrativa. Solo el personaje
arrodillado en primer plano, que sostiene un cordero, parece presentar sus
respetos al Niño. Llama la atención la licencia que se ha tomado el artista al
vestirlo a uno de ellos con una coraza metálica profusamente decorada con
grutescos. Otro de los pastores lleva un tocado vegetal, un elemento que evoca
al dios griego Dionisio y que podría esconder algún significado oculto. En la
primera parte de Don Quijote de la Mancha (1, 13), los protagonistas, en
camino a un entierro, se cruzan con un grupo de pastores que llevan las cabezas
coronadas con guirnaldas de ciprés y amarga adelfa (Cervantes 1996, 1, p. 146).
Según el estudio de Heras (2005, pp. 140-141), el escritor emplea en algunos
pasajes nombres de especies asociadas a ciertos sentimientos. En este caso, el
ciprés es un árbol fúnebre y la adelfa, un arbusto venenoso. Es posible que la
inclusión de este tipo de tocado en la obra de Borgonya, esté relacionada con
la prefiguración de la futura muerte del Niño.

Fig. 3: Natividad (detalle), c. 1485-1505, Joan de Borgonya (MBAV).
Fotografía: autor.
Más allá de los pastores se distinguen varias
arquitecturas. En una de ellas, edificada con un material gris claro, se
observa un friso decorado con tondos circulares que enmarcan rostros de perfil.
En lo alto del entablamento del edificio que está enfrente, el maestro ha
dispuesto un par de palomas blancas. Este animal, desde la Antigüedad, ha
poseído un profundo significado. Ha sido considerado el ave del amor, de la
fertilidad, del alma redimida, de la paz y la pureza, así como la
representación de la tercera persona de la Santísima Trinidad (Muzj, 2005, pp.
295-301). También se ha asociado con la imagen de la Iglesia, ya que sus patas
rojas evocan la sangre derramada por los mártires (Sebastián, 1994, p. 261).
Además, ha sido vista como emblema del
pudor, la inocencia, la humildad, la mansedumbre, la caridad, la contemplación
y la prudencia frente a los peligros del enemigo. Al alzar la vista, también se
distingue una ventana y una figura masculina que eleva su mirada al cielo.
Volviendo a la escena principal con la sagrada familia,
tras ellos se observa una fuente de la que brota agua, símbolo de la vida y, al
mismo tiempo, una prefiguración del bautismo de Cristo en el río Jordán
(Rodríguez Velasco, 2016, p. 13) [Fig. 4]. Más arriba, se alza una pared
rocosa que enmarca la huida hacia Egipto, un acontecimiento que tuvo lugar
pocos días después del nacimiento del Niño (Mt 2,13-23).[5] Esta
escena también fue representada por el maestro en la Virgen con el Niño y
san Juanito (MNAC). Del mismo modo, se repite la alusión a los cisnes
blancos, asociados tanto a la pureza de María como a la muerte, debido a su
melodioso canto, que, según la tradición, precede su fallecimiento
(Malaxecheverría, 1986, p. 105).

Fig. 4: Natividad (detalle), c. 1485-1505, Joan de Borgonya (MBAV).
Fotografía: autor.
Es fácil perderse entre un mar de arquitecturas
y diminutas escenas anecdóticas, dispersas a un lado y otro del río, que
permanecen en un segundo plano respecto a la escena principal. Resulta interesante
destacar el cambio de perspectiva utilizado por el maestro. Mientras que para la
sagrada familia empleó la técnica de la perspectiva sotto in su, lo que permite
al espectador ver al conjunto de personajes desde el suelo, otorgándoles magnificencia,
en el paisaje optó por una vista aérea, lo que da a la obra una visión
panorámica y un mayor dinamismo. Volviendo al río, en sus azules aguas navegan
barcos de vela, nadan cisnes blancos y emerge la imponente figura de san
Cristóbal[6]. Este
santo, cuyo nombre significa ‘el portador de Cristo’, puede representarse con
diferentes atributos (Grau, 1994-1995, pp. 168-169). En la tabla se le muestra
como una figura colosal, musculosa y barbuda, ataviado como peregrino con un
manto rojo, símbolo de su martirio, mientras lleva un niño sobre sus hombros.
El culto de san Cristóbal proliferó desde el
siglo XIII, así como su representación, debido a su significado. Fue
considerado un ser apotropaico y psicopompo, ya que su figura hunde sus raíces
en tradiciones paganas (García, 2000). Además, se convirtió en patrón de muchos
oficios. Es habitual encontrarlo en la predela de los retablos, como se observa
en el Tríptico de la Virgen de la leche del MBAV (294), del círculo de
Nicolás Falcó, o en grandes dimensiones en las fachadas de las iglesias, o
recorriendo de arriba a abajo los muros del crucero, como sucede en la catedral
Primada de España. No obstante, en el siglo XVI, su culto comenzó a entrar en
decadencia en Occidente, aunque se mantuvo en Oriente hasta el siglo XIX (Grau,
1994-1995, p. 167; García, 2000, p. 346). Finalmente, su leyenda hagiográfica
fue deslegitimada por el catolicismo en el siglo XX.
En el lado izquierdo de la tabla se encuentra
la Virgen, representada con los brazos cruzados sobre el pecho en una actitud
de recogimiento y devoción. Detrás de ella se sitúan el buey y la mula (o el
asno), animales mencionados en el evangelio apócrifo del Pseudo Mateo (Ps
M 14) [Fig. 5]. A su lado, se alza una columna con el fuste estriado,
recorrido por una cinta con cabezas de ángeles alados. Esta reposa sobre un
alto pedestal decorado con motivos a candelieri, sobre los que
sobresalen una cartela. Según Velasco (2023, p. 110), en ella se lee:
PETRUS·CARLEWI//TZ·ME·FECIT 1467 [Pedro Carlewitz me hizo 1467], lo que le
sugiere al investigador que este personaje pudo haber sido el promotor del
retablo, aunque su ejecución tuvo lugar años más tarde (p. 114).[7]
Esta y otras columnas con capiteles corintios,
rematados con cabezas de ángeles alados, sostienen un entablamento mutilado. El
friso presenta cinco metopas decoradas con diferentes escenas en grisalla,
separadas por finas columnillas. Es importante señalar que, en algunos casos,
resulta difícil identificar a los personajes representados. Esto se debe a que
fueron pintados con pocos atributos, lo que puede generar confusión. Además, las
sombras proyectadas por la propia arquitectura oscurecen las figuras, difuminando
aún más los detalles.

Fig. 5: Natividad (detalle de las columnas), c. 1485-1505, Joan de
Borgonya (MBAV). Fotografía: montaje autor.
Siguiendo el orden de lectura de izquierda a
derecha, en la primera aparecen dos personajes [Fig. 6].[8] Uno de
ellos es san Juan Bautista, hijo de Isabel y Zacarías. Este es considerado por
los Evangelistas como el último de los Profetas en un sentido cronológico,
quien anuncia la venida del Mesías y le precede (Mt 11, 13). Viste con una piel
y señala al cordero acostado a su lado. El Agnus Dei sostiene entre sus patas
el estandarte de la resurrección (Charbonneau-Lassay, 1997, pp. 157-175). Este
animal se identifica con el Mesías, ya que cuando Jesús se aproximó al río
Jordán para ser bautizado, Juan, que camina detrás suyo, dijo: «He ahí el
Cordero de Dios» (Jn 1, 36). Además, representa la victoria espiritual y la
redención (Ap 14, 1-4).
Frente a san Juan, se encuentra otra figura
masculina que podríamos identificar como san Antonio Abad. Tiene una larga barba,
lleva un hábito con capucha y sujeta un bastón. Este anacoreta es uno de los
primeros padres del desierto, lugar donde se retiró y fue tentado en reiteradas
ocasiones por el diablo (Monreal, 2000, pp. 192-193). Se asocia con la vida en
soledad y recogimiento, estableciendo una relación íntima con Dios y un momento
espiritual vinculado al sacrificio y la humildad. El cerdo, animal que le
acompaña, era considerado un ser impuro. Sin embargo, al situarlo junto a los
pies del eremita, representa que ha vencido a la impureza (Fernández, 2008, p.
682).
En la siguiente metopa vemos a san Onofre[9] orando
de rodillas, con barba larga y cabello que le cubre parcialmente el cuerpo. Se
encuentra en un entorno árido y rocoso, en alusión al desierto de Tebaida
(Egipto), donde pasó su vida como ermitaño, dedicado a la oración y retiro
espiritual Cuando Dios vio que el ermitaño perseveraba en su ayuno y se
mantenía dedicado a las prácticas ascéticas, envió un ángel para que le proporcionara
alimento y realizó varios milagros para evitar que pereciera (Rivas y Gómez,
2001, p. 493). Este santo gozó de cierta estima entre los mercaderes (Barniol,
2008, pp. 185-190). También fue venerado en la devoción personal como intercesor
en caso de tempestad en alta mar, muerte súbita y otras peticiones más cotidianas.

Fig. 6: Natividad (detalle), c. 1485-1505, Joan de Borgonya (MBAV,
84/2023). Fotografía: autor.
En la tercera escena aparece María Magdalena,
una figura mencionada en diversos pasajes del Nuevo Testamento vinculados con
la Pasión y Resurrección de Cristo (Mc 16, 9-10, Lc 8,1-3, Mt 28, 1-10 y J 20,
11-18).[10] La
falta de consenso sobre su vida dio lugar a múltiples reinterpretaciones, y su
identidad se confundió con la de otras mujeres bíblicas por autores de la
patrística. Por ello, Gregorio Magno unificó la persona de esta, María de
Betania y la pecadora de Lucas (Amo, 2008, p. 618-621; Monzón, 2011). Se le
identificó erróneamente con esta última y se fusionaron en un solo personaje
(Lc 7, 37-38), dado que dicho episodio precede a su presentación (Lc 8, 1-3).[11]
En la cuarta metopa hay una figura masculina
con barbada, arrodillada, sosteniendo un crucifijo en la mano mientras ora
frente a un árbol [Fig. 7]. Borgonya parece haber plasmado a un eremita
en actitud devota. Podría tratarse de san Jerónimo (circa 347-420), reconocido
por traducir la Biblia al latín (Vulgata), versión que se convirtió en
oficial para la Iglesia. Sin embargo, su protagonismo en esta tabla se debe a la
ejemplaridad de su vida, caracterizada por la penitencia y el retiro ascético
en el desierto, donde se dedicó a la meditación y al estudio de las Escrituras
(Lahoz, 2020). Por último, se representa nuevamente a María Magdalena, aunque
en esta ocasión su figura se fusiona con elementos conceptuales de María
Egipciaca. Su cuerpo desnudo está cubierto por una larga cabellera y sostiene
en una de sus manos el tarro, objeto característico de la pecadora de Lucas. En
la otra mano porta una cruz, símbolo de su fe en Jesús y de su papel como
testigo de la crucifixión. Ante ella se presenta un ángel con una filacteria. Es
posible que el maestro haya querido representar el momento en el que el mensajero
divino le anuncia la victoria sobre la muerte y la resurrección de Cristo, destacando
la relevancia de la santa como testigo clave de este evento (Mt 28, 1-7; Mc 16,
5-7; Lc 24, 4-7 y Jn 20, 11-13).

Fig. 7: Natividad (detalle), c. 1485-1505, Joan de Borgonya (MBAV).
Fotografía: autor.
Sobre la cornisa se sitúan un grupo de
amorcillos arrastrando guirnaldas de flores y frutos, elementos que como vimos
decoraron los sarcófagos romanos por ser símbolos, estas últimas, alusivas a la
abundancia espiritual después de la muerte (Quiñones Costa, 1992, 2, p. 471). Otro
detalle que llama la atención es el bucráneo que aparece en una de las columnas, un motivo ornamental de inspiración clásica (Beltrán,
1984-1985) [Fig. 5]. Cabe reflexionar sobre el propósito de este
elemento pagano en la tabla: ¿fue utilizado únicamente con un fin ornamental o
tuvo un significado más profundo? Es posible que cumpliera con una función
conceptual, ya que se sabe que estaba asociado con el ritual del sacrificio
(Bowerman, 1913, pp. 82-94).
A continuación, el artista presenta un paisaje
repleto de escenas en miniatura. En la orilla izquierda del río se observa un
rebaño de ovejas blancas, mientras que en la orilla opuesta se ve un edificio
al que entran varias personas, junto con una barca que se acerca con más
individuos. El paisaje rocoso y las arquitecturas continúan a lo largo del
curso del agua hasta llegar a la cúspide, donde, entre un mar de nubes, emerge
Dios Padre rodeado por cabezas aladas de ángeles. El tratado de Pseudo-Dionisio
Areopagita (siglos V-VI) clasifica a los seres celestiales en tres jerarquías,
cada una con tres órdenes, basándose en los textos bíblicos. La jerarquía más
alta está más cerca de Dios, recibiendo directamente su luz, que luego
transmite a los seres inferiores hasta llegar a los hombres. Este grupo, que
incluye a los tronos, querubines y serafines, actúa como mensajero de la
divinidad, y tiene un papel crucial en la liturgia celestial. Los serafines,
cuyo nombre en hebreo significa «inflamado» o «incandescente», poseen el poder
de purificar a través de la llama y la luz, razón por la cual Borgonya los
representó en un brillante tono rojo.
El maestro también pintó un rompimiento de
gloria en la Virgen con el Niño y san Juanito (MNAC), aunque existen
diferencias sutiles entre ambas, especialmente en la actitud de la figura
divina. En la tabla valenciana, Dios, vestido únicamente con un toga enrollada
al cuerpo, extiende los brazos abiertos, como si intentara abarcar a los
personajes que se encuentran bajo sus pies en el plano inferior. En cambio, en
la obra de Barcelona, Dios aparece vestido con manto y capa, sosteniendo el
globo crucífero en su mano izquierda. Además, en la primera obra, está
flanqueado por dos ángeles, y las tonalidades rojizas de los seres celestes son
menos intensas (Moreno, 2025, p. 3).
4. Conclusiones
Cada escena y detalle de esta obra está cargado de significado, sin
que nada se deje al azar. El foco principal de la composición es el nacimiento
de Jesús, el Verbo de Dios, quien vino a redimir a la naturaleza humana y es
considerado la Palabra del Padre. Este último, ubicado en la parte superior de la
tabla, extiende sus brazos para abrazar a todas las figuras que se encuentran debajo
de Él, reflejando su acogida a la humanidad. Aunque, en su infancia, Jesús y
sus padres huyeron a Egipto, su vida culminó en la cruz. Este episodio se prefigura
visualmente a través de varios elementos en la pintura. El color del manto de
su madre, el pájaro posado sobre los restos de la basa, los cisnes, el bucráneo
en la columna, la vegetación que asciende por las columnas y las guirnaldas de
los amorcillos. Todos estos detalles evocan temas cristianos relacionados con
el sacrificio y la expiación.
San Cristóbal, el patrón de los viajeros, está representado
cerca de la escena de la huida a Egipto. Este personaje encarna el sacrificio y
la generosidad, convirtiéndose en un modelo de servicio desinteresado. Su proximidad
a la sagrada familia refuerza la conexión entre la protección divina y la ayuda
al prójimo, reflejando la importancia de la solidaridad y el cuidado mutuo en
la tradición cristiana. El friso que muestra a los santos eremitas, refleja la
vida austera y penitente que estos individuos llevaron en el desierto, renunciando
a los placeres mundanos para dedicarse por completo a Cristo. Su dedicación y
sacrificio les permitió alcanzar la gloria celestial. Estos santos, alejados
del mundo material, ejemplifican la pureza espiritual que se busca la fe
cristiana. Además, los ángeles desempeñaron un papel clave en sus vidas, brindándoles
alimento, y son el punto de unión directa entre Dios y la humanidad.
En resumen, esta pintura ilustra cómo la salvación
de la humanidad se logra a través del sacrificio, con el niño Jesús como figura
central. Mediante su muerte y resurrección, expía los pecados y abre los
caminos hacia la salvación eterna. Los santos representados también comparten
este acto de entrega, enfatizando el poder transformador del arrepentimiento y
la penitencia. Un claro ejemplo de ello es la doble representación de María
Magdalena, quien encarna la renovación espiritual a través de su
arrepentimiento.
En este contexto, la fuente presente en la
composición puede interpretarse como una prefiguración del bautismo,
simbolizando la purificación y el renacer espiritual que solo se alcanza a
través de la fe y el sacrificio de Cristo. La figura de san Juan, con su papel
central en el bautismo de Jesús, refuerza esta conexión, aludiendo a la
iniciación cristiana como parte fundamental del camino hacia la salvación.
Además, la inclusión de la arquitectura clásica
en ruinas subraya este mensaje, aludiendo a la caída del paganismo y el renacer
de una nueva era espiritual con el cristianismo. Esta misma idea se refleja en
otras obras contemporáneas de Borgonya, como la Adoración de los magos, pintada
por los Osona.[12]
En la tabla del Victoria and Albert Museum (Londres, 484-1865), los personajes se
cobijan en el interior de un edificio destruido, ornamentado con grutescos y
metopas en grisalla. Estos elementos refuerzan la misma temática de la
transición de lo antiguo a lo nuevo, de la decadencia a la redención.
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[1] No debe confundirse con el pintor Juan de
Borgoña (fl. 1494-1536). Más información de este pintor en Mateo (2004).
[2] Una biografía actualizada en Yeguas (2024) y Velasco (2024), así como en Bosch y Cornudella (2024),
quienes también analizan su vida y obra, sugiriendo en su trabajo que no hubo
tal estancia en Italia.
[3] Véanse los trabajos de
Moreno y Franco (2024) y Moreno (2025).
[4] Para esta atribución véase Quílez (1992, pp.
334-338). Museu Nacional d’Art de Catalunya en adelante MNAC.
[5] Para Velasco (2024, p. 9)
no se trataría de la sagrada familia. Según el investigador, serían un hombre y
una mujer montada sobre un asno realizando la misma acción.
[6] Para su leyenda véase Vorágine (1990, 1, pp. 405-409).
[7] Según Bosch y Cornudella (2024,
p. 112), apuntan «Petrus Cablevister me fecit 1467», como posible lectura.
[8] Velasco (2024, p. 9)
considera que los santos son: san Antonio Abad, san Juan Bautista, san Pablo,
san Jerónimo, san Onofre y la Magdalena. Bosch y Cornudella consideran que «de
D’esquerra a dreta hi podem identificar: sant Antoni i sant Pau eremites, sant
Onofre, santa Maria Magdalena elevada al cel pels àngels, sant Jeroni penitent
i santa Maria Egipcíaca» (2024, p. 111). No obstante, consideramos que ambos se
confunden en la identificación de san Pablo.
[9] También conocido como
Onofrio.
[10] Me gustaría agradecer a Elena Monzón Pertejo,
especialista en la imagen de María Magdalena, por las valiosas aclaraciones
sobre esta figura tan controvertida.
[11] Sobre la leyenda de este personaje véase Santiago de la Vorágine (1990,
1, pp. 237-239). Para el
debate sobre la fusión de María Magdalena véase Tripp (2020). Más información sobre su representación en el
arte en Piñar (2020).
[12] Para la controversia de la autoría véase Samper y López
(2017)