Nekane Parejo y Antonio Sánchez-Escalonilla (eds.) (2016). Imaginarios audiovisuales de la crisis. Pamplona: Eunsa, 228 pp. Reseña de Marta Frago Pérez (mfrago@unav.es)

 

Imaginarios audiovisuales de la crisis integra en sus páginas diez interesantes trabajos con objetos de estudio y perspectivas variadas, pero muy bien tramados en una obra unitaria. No en vano se trata de un libro que expone resultados sobre un proyecto común desarrollado por los autores a lo largo de tres años de investigación. Este grupo de estudio ha tratado de explorar cómo las épocas de inestabilidad económica, social y geopolítica afectan a las diversas expresiones de lenguaje audiovisual: fotografía; narrativas de ficción: cine, series televisivas, videojuegos; y trabajos documentales. Desde la Gran Depresión hasta el periodo de crisis actual, lo que han logrado es un mapa –sin duda amplio, pero muy sugerente- donde el lector puede establecer conexiones entre los capítulos y hallar pistas de fondo para integrar otras posibles aportaciones.

Varios ejemplos: El estudio que aporta Parejo sobre la crisis del 29 y su impacto en la fotografía, el cine y la literatura norteamericanas permite extrapolar conclusiones hacia los efectos de la Crisis financiera y Gran Recesión de 2008 sobre la fotografía y narrativa actual. A su vez, el capítulo de Antón sobre identidad femenina en Psicosis, de Hitchcock, en un contexto de cambio social, conecta con el estudio que hace Herreros de Tejada acerca las “mujeres perdidas” con síndrome de Wendy en el cine indie norteamericano, que también está tomado desde la perspectiva de la inestabilidad social del momento. Las relaciones entre crisis social y crisis identitaria femenina quedan definidas en ambos trabajos.

Es cierto que la ficción audiovisual norteamericana está especialmente presente en este volumen, tanto en su versión más hollywoodiense (Los juegos del Hambre; Divergente, Soy Leyenda) como sobre todo en su versión independiente (Wendy and Lucy; Winter’s Bone, Young Adult, El futuro, etc..); no obstante, también hay espacio para los análisis de trabajos europeos, como el que hace Gómez sobre la película Le Havre de Kaurismaki. Y hacia la ficción española apuntan otros tres capítulos, con el análisis de títulos como Rec, 3 días, Fin, los últimos días, y de tres películas de Enrique Urbizu: La caja 507, la vida mancha y No habrá paz para los malvados, que Sánchez-Escalonilla expone como “trilogía de la crisis” en el penúltimo capítulo.

El estudio de géneros especialmente proclives a reflejar quiebras sociales y tiempos de crisis tiene un lugar importante en este libro. Los espacios distópicos y postapolípticos conforman la base del estudio de Cuadrado Alvarado sobre las ciudades postapocalípticas como metáfora en el cine, las series y los videojuegos. Mondelo, por su parte, analiza los imaginarios distópicos de las sagas Los juegos del hambre y Divergente. Sánchez Trigos deriva el análisis hacia la eclosión de este género en el cine español durante el periodo de 2007-2015; y Sánchez-Escalonilla hace notar la presencia de rasgos los géneros noir y western y del drama social en los trabajos cinematográficos de Enrique Urbizu y de su guionista Michel Gaztambide.

Junto con el género, los autores prestan atención a la urdimbre estilístico-temática que acompaña a títulos representativos. Echart sugiere que la orfandad y la añoranza del hogar constituyen el núcleo temático de diversas películas del cine indie norteamericano, cuyas protagonistas son mujeres. Rodríguez Mateos y Álvarez Gómez prestan atención a la retroalimentación entre cine e imagen documental en la ficción española contemporánea de corte apocalíptico para sugerir la temática del fin del mundo en un contexto muy cercano a la realidad cotidiana. El análisis de Sánchez-Escalonilla también desciende hasta el núcleo temático de la filmografía de Urbizu: la conciencia social, permitiendo apreciar su obra unitariamente.

Por último, Los tiempos convulsos también tienen su expresión audiovisual en determinados tipos de caracteres con sus conflictos psicológicos y conflictos de relación. Los autores, en sus respectivos estudios, tratan de explorar esta dimensión. De este modo, el lector a medida que pasa las páginas puede tramar con gusto los hilos que deja cada capítulo y reconocer finalmente patrones de personajes, características comunes, sueños y metas que se repiten en diferentes tipos de ficción.

En definitiva, estamos ante un trabajo colectivo del todo interesante, que tiene la virtud –bajo su apariencia heterogénea- de ir trazando un camino con suficientes señales como para que el lector vaya recorriéndolo sin perderse. El título hace perfecta alusión a lo que uno encuentra al final del recorrido: un cúmulo de imaginarios audiovisuales de la crisis que son expresión de la real conexión que existe entre los tiempos históricamente convulsos y el lenguaje audiovisual que los narra y muestra. Y estamos en uno de ellos.