En la obra The Identity of the Professional Interpreter. How professional identities are constructed in the classroom (La identidad del intérprete profesional: cómo se forjan las identidades profesionales en el aula, 2018), Alan James Runcieman nos presenta una metodología de corte sociológico y etnológico a partir del análisis de micronarrativas o «relatos pequeños». Pretende indagar en la cocreación de la identidad profesional que realizan los estudiantes de primer ciclo de una institución de educación superior italiana en los estudios conducentes al título de «mediador lingüístico», asimilable al trabajo del intérprete de servicios públicos. El autor trata de demostrar falta de correspondencia entre los discursos que imparte la institución y las necesidades reales de la profesión para la que capacitan. Además, halla una incongruencia entre los discursos que imparte la institución en cuestión y cómo los perciben sus estudiantes. El objetivo es iniciar un debate sobre la posible necesidad de mejorar el modo en que se imparte la docencia universitaria de interpretación en los servicios públicos, al tiempo que se reivindica esta profesión. En última instancia, Runcieman nos presenta una metodología original y apta para evaluar la cocreación de otras identidades profesionales en el aula (fuera de mundo de la Traducción y la Interpretación) y las posibles brechas entre la formación académica y las necesidades reales de la profesión.
En el primer capítulo, el autor presenta el método de investigación (relatos pequeños en el marco del análisis de posicionamiento de narrativas) y justifica su adecuación al propósito (observar más de cerca una pequeña comunidad e invitar al ulterior desarrollo de su investigación). También se caracteriza a la institución estudiada como una «de excelencia» y se introduce la relación del autor con la institución como profesor.
En el segundo capítulo, el autor hace una caracterización de la naturaleza de las profesiones de intérprete de conferencias y en los servicios públicos, y enmarca los discursos prevalentes que construyen las identidades profesionales de los intérpretes (intérprete como cauce lingüístico en contraposición al intérprete como agente participante en la comunicación).
En el tercer capítulo, se introduce y adopta el concepto de profesión según Bordieu y se establece que el paso de la interpretación de oficio a profesión se produjo cuando surgió la formación académica y que con ello adquirió «capital simbólico». La interpretación de conferencias poseería mayor capital simbólico que la interpretación para los servicios públicos al ser parte integrante del trabajo en organizaciones internacionales como la Unión Europea y Naciones Unidas, que gozan de gran visibilidad. El estudio toma un enfoque ascendente, al centrarse en cómo los estudiantes «construyen» su propia noción de su futura profesión a partir de sus interacciones con la institución educativa.
En el cuarto capítulo, el autor presenta el método escogido, el análisis de posicionamiento de narrativas, como el más apto para analizar acciones e interacciones humanas. Analizará las narrativas presentes en sus entrevistas con los estudiantes a tres niveles: discursivo sincrónico (para las entrevistas individuales), de la interacción de los interlocutores y cocreación de las narrativas (en las entrevistas grupales), y, finalmente, y cotejando su corpus de datos etnográficos; inducirá macronarrativas o Discursos en mayúscula que influyen en las micronarrativas o discursos en minúscula de los estudiantes.
En el quinto capítulo, el autor presenta el enfoque etnográfico como relevante para las investigaciones en el ámbito de la educación. En el sexto capítulo, se describe el plan investigador. Se realizaron en total cuatro entrevistas de tipo etnográfico, dos individuales y dos grupales, a un grupo de cinco sujetos a lo largo del primer año de sus estudios de primer ciclo como mediadores interculturales. Las micronarrativas relevantes se infieren por el grado de repetición de los temas. Para inferir las macronarrativas, las micronarrativas se contrastaron con un corpus de información etnográfico a partir de notas de campo del autor en otras interacciones con los estudiantes y de la observación de las interacciones de estos en el aula.
En el séptimo capítulo, el autor realiza varios niveles de análisis en el corpus de entrevistas para escoger los temas más recurrentes y relevantes para los participantes, cuyas narrativas analizará para obtener los resultados de su estudio. Los temas son: opinión de los profesores sobre la figura del intérprete profesional, el aprendizaje de idiomas y el perfil de los estudiantes de la institución (en particular, cómo gestionan el tiempo de ocio y cómo la institución ejerce presión sobre ellos para que destaquen del resto).
En los subsiguientes capítulos, se analizan las narrativas surgidas en las entrevistas en torno a los temas referidos en el capítulo siete. Además, se trata de conectar estos discursos con minúscula con otros Discursos con mayúscula dominantes en la institución o en el mundo de la interpretación, cotejando el resto de su corpus de datos etnográficos.
En el undécimo capítulo, el autor recoge un resumen de los resultados principales que arroja el análisis de las narrativas contrastadas con el corpus etnográfico en torno a los tres grandes ejes temáticos introducidos en el capítulo siete.
A partir de la opinión de los profesores sobre la figura del intérprete profesional tal y como la narran los alumnos, el autor extrae dos Discursos dominantes a la par que contradictorios: por un lado, está la figura del intérprete invisible, como mero cauce lingüístico que facilita la comunicación. Según el autor, esta descripción encaja con el rol profesional del intérprete de conferencias. Este Discurso resultó ser el imperante en la institución. Por otro lado, está la figura del intérprete como agente que gestiona una situación comunicativa, Discurso que revela la faceta sociocultural de la interpretación y que, según el autor, se corresponde más fielmente con el papel del intérprete en los servicios públicos. Este discurso parece calar menos hondo en los estudiantes a juzgar por las entrevistas (con excepción de una alumna). Según el autor, esto resulta llamativo, puesto que los estudios de primer ciclo que realizan conducen a una titulación como «mediador lingüístico», que se correspondería en la institución con el intérprete en los servicios públicos, en contraste con los estudios de segundo ciclo en la misma institución, que cualifican como intérprete de conferencias.
Analizando las narrativas referentes al aprendizaje de idiomas, el autor observa que los estudiantes identifican el nivel de dominio nativo como aquel que necesitan alcanzar para ser intérpretes. Esta asunción de nuevo muestra una preferencia por la dimensión lingüística de la interpretación frente a la faceta sociocultural y contrasta con las expectativas de la institución, tal y como se describen en el currículo académico (el nivel de dominio exigido para los dos primeros idiomas extranjeros es de C1 según el marco europeo de referencia). De esto se deriva un Discurso dominante sobre el hablante nativo ideal y qué variedades de prestigio se consideran universalmente como estándar.
A partir de las narrativas sobre el perfil de los estudiantes de la institución, el autor percibe que los estudiantes se sienten presionados desde su llegada a la institución, puesto que se los recibe como «los mejores» por el mero hecho de haber sido admitidos. De esta narrativa el autor sublima un Discurso de corte neoliberal en el que las instituciones de educación superior se mercantilizan y enfocan en ofrecer bienes y servicios.
Este último Discurso neoliberal junto con la expectativa de los estudiantes de alcanzar un nivel nativo a lo largo de los tres años de los estudios de primer ciclo genera altos niveles de competitividad entre los estudiantes.
En el duodécimo y último capítulo, el autor expone su conclusión principal y extrae sugerencias aplicables tanto a los estudios de primer ciclo en el caso italiano, objeto de su estudio, como a estudios de primer ciclo en otros países dentro y fuera de Europa. Por último, propone posibles ampliaciones y aplicaciones del estudio y de la metodología presentados, respectivamente.
La conclusión principal es que existen discrepancias entre las expectativas que deposita la institución en los estudiantes y cómo estos interpretan dichas expectativas. Los estudiantes creen que deberían alcanzar un nivel nativo de sus idiomas extranjeros, lo que les convertiría en intérpretes profesionales al término de sus estudios. La realidad es que la institución les exige un dominio de nivel C1 de sus primeros idiomas extranjeros para cualificarse como «mediadores lingüísticos» al término de sus estudios de primer ciclo. El autor además añade que la denominación como mediador lingüístico contribuye a desdeñar el capital simbólico del intérprete de los servicios públicos.
Como consecuencia, el autor hace dos sugerencias principales a la institución en cuestión:
En primer lugar, la institución debería ser más clara y explícita con los estudiantes sobre las expectativas del nivel de dominio de sus lenguas extranjeras que deberían alcanzar al final de los estudios, así como aclarar a qué profesión conducen. Según el autor, el Discurso imperante sobre la invisibilidad del intérprete y sus competencias lingüísticas cercanas a las del hablante nativo se corresponden más bien con la descripción de las competencias del intérprete de conferencias, mientras que el Contradiscurso en mayúscula sobre el intérprete como agente visible que debe poseer competencias socioculturales más allá de las puramente lingüísticas se aplicaría mejor al intérprete de servicios públicos.
El autor concluye que diferenciar claramente en el primer año entre ambas profesiones y sus requisitos, así como las expectativas académicas que deben cumplir los estudiantes al término de sus estudios de primer ciclo, aliviaría las presiones a las que están sometidos.
En segundo lugar, la institución debería actualizar el concepto del hablante nativo para contemplar otras realidades diferentes del estándar de prestigio tradicional, en particular en el caso de lenguas globales, como el inglés.
A partir de la observación de las asignaturas en los currículos académicos de estudios de primer ciclo de traducción e interpretación en otros países, el autor argumenta que se otorga un peso relativo insuficiente a la docencia de los conocimientos socioculturales necesarios para ejercer la interpretación en los servicios públicos.
La obra pretende ser un acicate para que las instituciones de educación superior de interpretación revisen sus Discursos y, sobre todo, cómo estos son percibidos por los alumnos. Añade que, en ocasiones, el mundo académico es lento en responder a las necesidades cambiantes de las realidades profesionales para las que pretenden capacitar. Así, el autor invita a aplicar la metodología presentada tanto a la interpretación como a otros estudios universitarios para indagar sobre la correspondencia entre los Discursos que difunden las instituciones y las realidades profesionales a que pretenden responder, y actualizarlos donde corresponda.
Esta obra plantea un debate muy lícito sobre la falta de definición de los grados universitarios en lo que respecta a la dicotomía intérprete de conferencias e intérprete de los servicios públicos, y más aún, si cabe, sobre si un primer ciclo universitario capacita a los estudiantes para ejercer como intérpretes profesionales de conferencias o en los servicios públicos. Este planteamiento es relevante más allá del estudio de caso italiano.
Cabe destacar la defensa que hace el autor de la profesión y la necesidad de profesionalización de los intérpretes de servicios públicos. Esta capacitación a menudo se engloba en la formación del intérprete de conferencias, a pesar de que los contextos profesionales y las competencias requeridas son diferentes, así como las identidades profesionales asociadas, como argumenta el autor en la introducción de la obra. Siguiendo la línea argumental del autor, cabría plantearse si un desarrollo de los estudios conducentes a la profesión del intérprete de servicios públicos no mejoraría también su reconocimiento social y laboral, al poseer más «capital simbólico», como fue el caso cuando se desarrolló la oferta académica para formar a intérpretes de conferencias, además de la certificación de asociaciones profesionales que gozan de reconocimiento social.
La diferenciación entre ambos Discursos prevalentes y su asociación con un perfil de la interpretación puede tener cierta utilidad pedagógica. No obstante, no se debería generalizar hasta el punto de olvidar la importancia de la dimensión sociocultural en la interpretación de conferencias ni la visibilidad de este tipo de intérprete en ciertos entornos profesionales (interpretación consecutiva, bilateral, con bidule). De la misma forma, no podemos negar la importancia de poseer un dominio suficiente de las lenguas extrajeras para interpretar en entornos de servicios públicos, lo que conlleva una gran responsabilidad (para que el paciente reciba el tratamiento adecuado o el juez pueda emitir una sentencia justa basada en la interpretación lingüística de declaraciones prestadas).
Los intérpretes favorecen el entendimiento y la empatía rompiendo barreras culturales y lingüísticas en una sociedad global donde actualmente cada vez más líderes políticos incitan al extrañamiento y la animadversión «al otro». Esta es la tesis con que concluye Runcieman, ensalzando la figura del intérprete como promotor de tolerancia en un mundo globalizado e invitando al debate para definir el papel que debería desempeñar en un mundo global.