Llegar al lugar correcto
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Resumen
Llegamos al lugar correcto cuando nos encontramos con alguien que, como ocurre con los maestros, nos descubre quiénes somos y nos ayuda a crecer; no se limita a enseñar lo que en la sociedad ya hay, sino que nos lo pone delante para que lo estudiemos con atención y precisión. Cuando enseña, el maestro se hace signo y voz, y lo que transmite no es simplemente un cuerpo unívoco de información. Su enseñanza es el acto mismo destinado a movilizar el deseo (de saber) en otro, para hacerlo crecer, y llevarlo hacia sí mismo, desplazándolo, conmoviéndolo, abriendo mundos. El maestro transmite, sobre todo, lo que no dice. Su comunicación es indirecta, y a menudo parece que en la transmisión del saber hay una clase de engaño que adopta la forma de la ironía, un juego de ocultamiento y exhibición. Cuando el maestro transmite, convoca, como exigencia imperiosa, la necesidad de traducción de sus lecciones, que son siempre modos de dar a leer. Sin embargo, en la escuela de nuestros días parece impedirse cada vez más a los maestros ser tales –es decir, estudiantes y estudiosos-. Es interesante volver a pensar, en tal sentido, la relación con lo que se estudia, y que luego es transmitido, como el centro que instituye la figura humana del maestro, en general el oficio docente, lo que hace del adulto que eligió tal oficio un cierto ejemplo de humanidad para sus alumnos, tal vez para la ciudad.
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Citas
Barbery, M. (2006). L'Élégance du hérisson. Gallimard.
Barnes, J. (2023). Elisabeth Finch. Anagrama.
Gusdorf, G. (2009). ¿Para qué profesores? Para una pedagogía de la pedagogía. Miño & Dávila.
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